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El Telégrafo

Editorial

Gabo eterno

Gabo eterno
21 de abril de 2014 - 00:00

Sí, el Gabo era un hombre eterno, y también, un hombre que sentía rabia por la muerte. “Porque es una cosa que siempre ha estado ahí, pero a partir de un momento empiezas a darte cuenta de que tarde o temprano te recibe. Entonces es rabia la mía”.

Su muerte fue la crónica de una muerte anunciada, era algo que se veía venir, pero que nadie se atrevía a aceptar porque, justamente, se pensaba que era un hombre infinito.

El ‘patriarca de la soledad’ que murió un Jueves Santo, como Úrsula Iguarán, personaje de Cien años de soledad, lo hizo todo: fue un escritor que elaboró una obra en forma de imagen; un periodista que planteó una nueva ética entre la comunicación, la literatura y el lector; un cineasta y guionista que impulsó el trabajo independiente; un político en contradicción.

La hojarasca de su vida siempre estuvo retratada en el universo literario que construyó desde su primer libro, hasta las memorias de sus putas tristes.

A este escritor colombiano siempre le acompañaron grandes palabras que de alguna manera lo definían, pero no lo contenían: laberinto, cólera, soledad, tristeza, mamá grande, perro azul, cándida, desalmada,  sangre,  humo...

El Gabo pensaba que no hay castigo más humillante ni menos merecido para un hombre que la traición de su propio cuerpo, sin embargo, al verlo en su último cumpleaños, vestido con una rosa amarilla y una tierna sonrisa, uno podía anticipar que a este hombre eterno nada le traicionaría. Partió feliz.

 

 

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