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El Telégrafo

Editorial

Recordar es volver a pasar por el corazón

Recordar es volver a pasar por el  corazón
02 de junio de 2014 - 00:00

Antoine de Saint-Exupéry, después de pedir disculpas a los niños por no dedicarles El principito, sino a su amigo Leon Werth, planteó 3 razones por las qué hizo eso: esa persona mayor era su mejor amigo en el mundo; esa persona mayor era capaz de entenderlo todo, hasta los libros para niños; esa persona mayor vivía en Francia, donde pasa hambre y frío. “Verdaderamente necesita consuelo. Si todas esas excusas no bastasen, bien puedo dedicar este libro al niño que una vez fue esta persona mayor. Todos los mayores han sido primero niños. (Pero pocos lo recuerdan). Corrijo, pues, mi dedicatoria: A Leon Werth, cuando era niño”.

Recordar es ir para volver. Es la posibilidad de activar una serie de emociones, como la ternura, que creíamos anuladas de nuestro ser. La palabra recuerdo en su etimología latina significa pasar nuevamente por el corazón. Dicen que los niños no ven con lo ojos, sino con el corazón. Entonces, ahí está guardado nuestro primer contacto con el mundo, nuestra primera carcajada, nuestro primer resentimiento, es decir, nuestros sentimientos más puros. Por eso, recordar se convierte en un ejercicio, la mayoría de la veces, reconfortante.

Hoy que es el Día Internacional del Niño, no queríamos quedarnos por fuera de la celebración de la fecha, ya que quienes hacemos este suplemento cultural somos como unos niños-grandes que siempre estamos pensando con el corazón. Así, Andrés Cárdenas Matute presenta un texto en el que recorre las lecturas que marcaron la infancia de varias generaciones: Mi planta de naranja lima, de José Mauro de Vasconcelos y El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde, de Robert Louis Stevenson. “Refrescar la emoción que un relato produjo en la infancia tal vez sirva para recuperar una parte de ella, como esos científicos que buscan el Big bang definitivamente perdido a través de sus casi insignificantes vestigios”, señala Andrés.

Mientras, Ana Cristina Franco hace una lectura particular del clásico libro de Antoine de Saint-Exupéry, El principito, para concluir que los adultos no son malos, “más bien son seres tristes que se esclavizan para no enfrentarse a la inmensidad de las estrellas o de sí mismos”. Hoy los invitamos a que confronten esa adultez, a que vuelvan a a pasar por el corazón...

 

 

 

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