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El Telégrafo

Por favor, el amor no es naturalmente romántico

Por favor, el amor no es naturalmente romántico
10 de febrero de 2014 - 00:00

No es novedad: la gente ama menos en estos tiempos. Y no se compliquen con la definición del amor. Aquí lo entendemos como el vínculo ético (es decir, cargado de mucho compromiso) que se puede generar con una persona, o con varias, en diferentes maneras y formatos. “Porque una relación es, antes que nada, acordar. Un buen amor es el arte de acordar. De ahí el título de Erich From, El arte de amar, porque construir un amor sano es todo un arte. Para eso hay que ser un artista y hay que entrenarse”,  reflexionaba el psicoanalista argentino Gabriel Rolón, autor de Encuentros (el lado B del amor).

Y no nos sonrojamos ni avergonzamos al presentar al amor de esa manera, y de una forma relacional y hasta a veces ideal, pues también existe el amor propio, que es igual, o incluso más importante, que el que se comparte. Es solo que, como decía Carl Jung, “es la incapacidad de amar la que roba al hombre sus posibilidades. Este mundo solamente es vacío para aquel que no sabe dirigir su libido a las cosas y personas para hacerlas vivas y bellas”.

Tampoco nos atormentamos con las palabras que acompañan a este tipo de amor que caracterizamos, como responsabilidad, compromiso o ética; tan necesarias como tan olvidadas. Es solo que resulta frustrante ver cómo muchas veces se confunde a ese sano amor con el amor romántico, el cual se ha convertido en un ejercicio de violencia y de anulación de la individualidad. El amor, pese a que es una emoción, se “la vive a través de guiones sociales que especifican cuando es exitosa, y que implica al papel de la sexualidad, la expresión, las reglas de cortejo. El amor siempre es objeto de regulación, por más que parezca estar por encima de la sociedad o más allá. En la modernidad, el individualismo está muy regulado en términos sociales, y el amor es una de las formas en que la gente construye su identidad”, decía la socióloga marroquí Eva Illouz.

Ahora que se aproxima una fiesta en la que los principales protagonistas son los osos y las flores (esos sí vergonzantes algunas veces), vale la pena tomar esta fecha como excusa para reflexionar sobre el tipo de amor que vivimos y plantearnos un divorcio de esa idea de que el amor es naturalmente romántico, para pensarlo como un sentimiento transformador.

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