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El Telégrafo

‘La ética de las zarigüeyas’: el legado de Roberto Bolaño

‘La ética de las zarigüeyas’: el legado de Roberto Bolaño
23 de diciembre de 2013 - 00:00

Homenajes, cameos de sus libros en la pantalla grande, puestas escénicas basadas en sus obras, su imagen colgando en “antros” literarios, premios y bibliotecas que llevan su nombre, publicaciones que analizan su propuesta, mayores traducciones y espacio en mercados inverosímiles, o libros ocultos (algunos descabalados) de su autoría que improvisamente salen a la luz evidencian que la posteridad, o mejor dicho el aparataje publicitario, convirtió al autor chileno Roberto Bolaño en un referente cultural, enfermedad a la cual atacó como un tejón en sus escritos.

Ser un ícono no es poca cosa. Aunque él muy claramente explicó en Los mitos de Cthulhu: “Si pudiéramos crucificar a Borges, lo crucificaríamos”. Por lo visto, su muerte le impidió puntear ese telar del espanto que es 2666 y, además, verse postrado en un aspa: todos saben quién es o fue, los políticos anuncian que leen Los detectives salvajes, y emergen -cada vez más- escritores que en sus óperas primas clonan el estilo bolañesco como arpones para atrapar lectores.

Al ojear los libros de este escritor, quien siempre dijo ser un poeta, brincan destellos de diferentes geografías y, principalmente, de autores que dedicaron su vida al arte de la literatura. Asimismo, en el contexto actual de las letras, Bolaño, quien marcaba la blancura de las páginas de su obra inacabable acompañado de las revoluciones del heavy metal, está presente.

En Europa y EE.UU. la venta de sus libros engorda a las editoriales. Sobre todo, en el escenario estadounidense, donde su palabra impresa tiene un enorme éxito desde 2008 (ya lo tildan como el ‘Kurt Cobain de la literatura latinoamericana’). Sin embargo, el ‘perro romántico’ no perseguía ningún éxito de ventas.

El legado de Bolaño está en sus libros, anécdotas y en el canon que definió, todos ellos entrelazados por un rótulo invisible al que se le da la espalda porque, como bien lo dijo, somos buenos para la cama, pero malos para luchar. Entretanto, ese mensaje que sí detectan sus lectores se refiere a la vida de las zarigüeyas, alejados de la comodidad, navegando hasta donde no hay límites y esta, su ética, “aún suena en el último adiós de los pañuelos” (Mallarmé)

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