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El Telégrafo
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“Acá cambié la copa de vino por variedad de jugos”

“Acá cambié la copa de vino por variedad de jugos”
02 de febrero de 2013 - 00:00

Es  espontáneo. No tiene poses. Con él no hay ambages. Bastó solo con acercársele y exponerle el tema de la entrevista para que el español Manuel Tomé Portela, técnico de El Nacional, aceptara, de inmediato, dialogar con El Telégrafo.   

Esperamos solo diez minutos para iniciar la plática. El calor es sofocante en el complejo El Sauce, en el Valle de Tumbaco. La temperatura bordea los 25ºC, por lo que con botella de agua  en mano, el ex jugador del Barcelona Fútbol Club confiesa que en los siete días que lleva en Quito se siente “deslumbrado” por la belleza del Centro Histórico de la ciudad Capital.  

“Es increíble la cantidad de iglesias que se reúnen en un mismo sitio. Yo no pensé que fuera tan grande, me imaginaba que solo era el Palacio de Gobierno y los alrededores, pero realmente es una maravilla lo que tienen aquí. He  estado  en  ciudades grandes  de  Europa como Londres, pero  nunca vi nada igual”.

“Manolo”, como prefiere que lo llamen, está casado con Fina y tiene dos hijos:  Vanessa, de 37 años, y Manuel, de 34. Con cierta melancolía cuenta que su sueño de ser abuelo todavía no se ha cristalizado. Sus hijos aún viven en su domicilio ubicado en Galicia (España)

“Lamentablemente no tengo nietos que es lo que quisiera realmente. Solo tengo un gatito (Fede) que lleva 7 años con nosotros, y hace poco lo han operado del riñón. Estuvo muy mal el pobrecito y es el consentido de la casa”, cuenta.

Pese a que solo han estado separados una semana, extraña a su familia. Ellos   conocerán por primera vez Sudamérica. Solo han visitado Estados Unidos y México.

Por eso cada espacio, matinal o vespertino que tiene libre, lo dedica a la conferencia telefónica con el país ibérico, aunque la cuenta le ha salido muy cara. “Por eso quiero buscarme algún plan que sea menos costoso porque la verdad es necesario mantenerse comunicado a diario con los seres queridos”.

Para fin de mes espera que su esposa llegue  a Quito. Será ella quien escogerá  el apartamento donde vivirán. De momento su residencia es un hotel en el norte de la ciudad, cuyo nombre prefiere mantener en reserva para evitar que la prensa le moleste mucho.

02-02-13-deportes-Tome-2Ahí se hospeda con sus dos  compañeros y coterráneos: Antonio Olmo, director deportivo, y Miguel Corominas, secretario técnico. Ellos hacen que la añoranza por su tierra sea menor. Fueron compañeros en sus etapas como futbolistas, los conoce perfectamente y son sus “hombres de confianza”. Pasan juntos las 15 horas que están despiertos. “Somos buenos niños y a las 22:00 ya estamos  en la cama  durmiendo”, precisa, sonriendo.

Como parte de las “andanzas nocturnas” por el centro de Quito, el trío español  pudo conocer además El Panecillo, barrio desde el que se tiene una vista excepcional de la “Carita de Dios”.

Asistió en dos ocasiones al estadio Atahualpa y  ahí disfrutó de dos platillos de la gastronomía ecuatoriana con los que ha quedado encantado: las empanadas de morocho y el hornado. “Sencillamente son deliciosas ambas opciones. Aquí tienen de todo, por eso sinceramente no extraño nada de la gastronomía española. Lo que he cambiado es la copa de vino por una cantidad inmensa de zumos (jugos)  fantásticos”.

Su próximo halago para el paladar será la fritada, plato del que ya ha recibido buenas referencias  y le han contado de su exquisito sabor. “Me muero por probarla. Si es tan rica como las anteriores, genial”.

Manolo reconoció durante el diálogo con este Diario que no tenía mayor conocimiento del fútbol ecuatoriano cuando lo contactaron para dirigir a El Nacional. Lo que sí conocía y hasta hoy disfruta es de la música del inmortal Julio Jaramillo.

Vivió la época esplendorosa del bolero con el trío Los Panchos y del pasillo con JJ, por lo que al ser consultado sobre si es romántico, sus ojos se agrandan y con una sonrisa picarezca confiesa que fue de aquellos que enamoraban con cartas escritas de su “puño y letra”. “Hasta hoy me encanta esa música, la escucho todo el tiempo. Creo que en Galicia soy el español que más colecciones tiene de esos artistas”.

Antes de venir al país prácticamente no tenía ninguna ocupación, pero aclara que no por falta de oportunidades, sino por miedo. “Por la crisis que existe no te podías aventurar a irte a otro lugar de España porque corrías el riesgo de que no te pagasen y cosas así, por eso cuando me informaron de este proyecto no lo pensé dos veces y decidí empacar de inmediato”.

El único inconveniente que tuvo en los primeros cinco días fue el cambio de huso horario. Las seis horas de diferencia que existen con España lo tenían “perturbado” por las noches porque no podía conciliar el sueño. Hoy está más adaptado y aunque madruga (06:30) ya puede acostarse sin problema a las 22:00, como un “buen niño”.

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