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El Telégrafo
Karen Garzón-Sherdek

Soft power: la geopolítica de la vacuna

29 de octubre de 2021 - 00:49

En febrero de 2021, las Naciones Unidas publicó un boletín que hacía referencia a la concentración del 75% de las vacunas contra la Covid-19 por parte de 10 países, entre ellos la Unión Europea, Reino Unido, Canadá, Australia y Japón; mientras que alrededor de 130 países no habían recibido a la fecha ninguna dosis. Ante esta situación, António Guterres, Secretario General de la ONU hizo referencia a la importancia de contar con una distribución equitativa de las vacunas, promoviendo la creación de un plan mundial de vacunación.

Para analizar el soft power en la diplomacia de las vacunas se partirá de la teoría de la geopolítica crítica la cual establece que es la “construcción social generada sobre la base de un discurso que, por lo general, posee un contexto de dominación (o influencia) sobre aspectos materiales y espirituales, y que se representan en acciones determinadas” (O’Tuathail 1996:53). Por su parte, cuando se hace referencia al soft power se consideran valores políticos, imagen positiva del país, la cultura, la diplomacia pública, entre otros, para así obtener los resultados deseados.

Con estos elementos es imperativo que nos preguntemos ¿cómo los países desarrollados han utilizado su poder blando para mejorar sus esferas de influencia con el desarrollo de la vacuna? El primer elemento que se debe tomar en cuenta es que en 2020 la mayoría de los países no contaban con la capacidad científica para desarrollar una vacuna propia en poco tiempo, por lo que aquellos Estados que lograran encontrarla o establezcan acuerdos con laboratorios podrían capitalizar el soft power. Así se desarrollaron varias vacunas en diferentes países: Estados Unidos (Pfizer y Moderna), Reino Unido (vacuna AstraZeneca), China (Sinopharm y Sinovac) y Rusia (Sputnik-V).

Ya con la producción de estas vacunas, cada país adoptó una política diferente. En el caso de Estados Unidos, Donald Trump implementó el “America First”, en donde la producción y distribución estaba orientada a nivel local con una reducida exportación. Para mayo de 2021 esta potencia había exportado el 3% de su producción de vacunas. Por su parte, luego de que la Covid-19 supuestamente tuvo su origen en China y tras los escándalos de un aparente ocultamiento de información, el gigante asiático decidió mejorar su imagen internacional por lo que se cambió el discurso de ser el “culpable” al de dar la solución e implementó a la vacuna como parte de su política exterior. Por ejemplo, envió millones de mascarillas a países claves de Europa, prometió que la vacuna china se convertiría en un “bien público mundial” y se comprometió a proveer vacunas a más de 80 países que requieran dosis. Para mayo de 2021, este país había exportado el 42% de sus vacunas.

Finalmente, otro actor que ha tenido un interesante rol en la geopolítica de la vacuna ha sido Rusia. Tras ser el primer país en anunciar formalmente una vacuna contra la Covid-19, denominándola “Sputnik”, nos invitó sutilmente a trasladarnos a la Guerra Fría, cuando la ex URSS (entonces potencia científica) colocó en órbita el satélite Sputnik. Un claro mensaje para Estados Unidos y el mundo de los objetivos de Rusia. No obstante, tras el descubrimiento de su vacuna, ha tenido que hacer frente a varios obstáculos como no contar con infraestructura para producción masiva y las respectivas autorizaciones en varios países.

En marzo de 2021, apenas el 4% de la población de América Latina estaba inmunizada, por eso voltearon sus ojos a China y Rusia. Es precisamente con el “soft power” donde estos países que buscan incrementar su esfera de influencia a nivel internacional supieron aprovechar la crisis sanitaria para reforzar sus relaciones bilaterales con varios países, llenando el vacío dejado por los países en desarrollo. Para neutralizar el protagonismo de China y Rusia, Biden anunció una donación de 80 millones de dosis (13% de la producción) a través del Programa Global de Distribución de Vacunas.

Actualmente, la vacuna se ha convertido en un símbolo de poder sin que exista una política global para su distribución, transformándose en una estrategia diplomática y en una herramienta de soft power. Con este escenario, ¿cómo queda la imagen internacional de China, Rusia y EE.UU. luego de sus respectivas políticas exteriores de vacunación?

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