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La ilegalidad hace girar al mundo. Sobre CeroCeroCero, de Roberto Saviano

La ilegalidad hace girar al mundo. Sobre CeroCeroCero, de Roberto Saviano
25 de mayo de 2014 - 00:00 - Efrén Guerrero

Roberto Saviano ha pasado demasiado tiempo corriendo. Para ser exactos, ya son 38 mil las horas que el autor ha tenido que huir de la mafia Italiana. Su cabeza tiene precio, por lo que ha pasado de la semiclandestinidad a ser un testigo protegido por la Policía Italiana. El motivo es simple: relatar, como pocos, las dinámicas del crimen organizado en esa gran novela llamada Gomorra (2006). Durante los años entre esa obra y CeroCeroCero (2014), el autor ha recorrido incontables millas siempre a la sombra del personal de élite de los cuerpos de seguridad italianos para escuchar historias: desde soplones de la policía de Nueva York hasta los devaneos de modelos con capos del paramilitarismo colombiano. Al leer su libro se llega a concluir que lo que relató en Gomorra no es sino un pequeño árbol de un bosque muy oscuro: la criminalidad internacional, a la luz de la venta de cocaína, mueve a una parte importante de la cómoda sociedad.

 

Con la convicción de quien no tiene nada que perder, Saviano decide acometer una de las investigaciones más exhaustivas y mejor escritas sobre el aparataje político, organizacional y técnico de la estructura ilegal internacional. Sobre aquella tramoya que funciona gracias y a partir de los deseos de los ciudadanos. En este sentido, el primer capítulo hace una reconstrucción de un Occidente adicto a las sustancias e hipócrita en asumir el problema: “Si crees que ninguna de estas personas puede esnifar cocaína, o bien eres incapaz de verlo, o mientes. O bien, sencillamente, la persona que consume eres tú”. A partir de esa historia totalizadora de una generación hambrienta de sustancias, Saviano logra armar este puzzle hecho de rumores, noticias de crónica roja e informes internacionales. La sociedad completa es una madeja construida a partir de la acción de grupos delincuenciales, se sostiene en ellos o, por miedo, hace la vista gorda.

 

Pero eso no es todo. Se trata también del poder. Y de las reglas. Alguien decía que las reglas son la única cosa en la que pueden creer los hombres que no creen en nada. Son la diferencia entre un mundo en orden y un mundo totalmente jodido. Existen reglas hasta en medio de la violencia más desatada del narco: lógicas nacidas de la producción y venta de productos ilícitos. El costo de incumplirlas es altísimo. Desde Ciudad Juárez hasta Bogotá, desde Calabria hasta Wall Street, el autor logra mostrar los hilos de la Historia con mayúscula escrita por los grupos criminales. Historias de violencia extrema y de miedo, historias injustificables en un sistema civilizado. Pero “si el combustible de los motores es el petróleo, el de los cuerpos es la coca. Eleva la vida al cubo, pero la vitalidad que te regala la pagas con intereses de usura”. Para dolor de los demócratas, también son historias de ingenio. De astutos líderes con capacidades puestas al límite, al servicio de un consumo desenfrenado. Porque, al final, en un mundo que te exige cada vez más, el consumo de una sustancia capaz de corromper jueces, mover economías, construir imperios y desarmar países, vuelve a la cocaína el objeto más valioso de la humanidad.

 

CeroCeroCero es un libro escrito con rabia, con la prosa de quien se asomó al abismo y conoce sus recovecos, sus detalles, los juegos de quienes lo gobiernan. Saviano termina cambiado por dentro. Esta obra retrata, para nuestra desgracia, los tiempos que corren. Tiempos que tal vez no son posmodernos, sino que, alimentados con el tráfico y la delincuencia mundial, son preapocalípticos. No es una literatura hecha desde el interior, sino desde el exterior. No es una escritura que permanece con la venda de la justicia, sino que nace de la fuerza de quien decidió abrir los ojos para ver, para apuntar el mal. Saviano está consciente de los riesgos que corría y en el último párrafo logra susurrarnos una última reflexión: “He mirado al abismo y me he convertido en un monstruo… al final razonas como un mafioso, haces de la paranoia tu línea de conducta y agradeces a la gente del abismo que te haya enseñado a sospechar que a tu alrededor tienes amigos o aprovechados. Esa hoy es mi vida”.

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