Como era de esperarse, con el inicio de la campaña electoral, ya tenemos en la palestra a un grupo de atolondrados candidatos presidenciales, a los cuales, si llamamos las cosas por su nombre, irónicamente les caracteriza un velado pasado de impudicia e insolvencia moral. Así, relucen entre los presidenciables y lacayos: evasores de impuestos, explotadores laborales, atracadores financieros, conspiradores golpistas, traidores a la patria, renegados étnicos y hasta ecologistas disfrazados; sin considerar a expresidiarios y exprófugos de la justicia.
En fin, toda una ralea de descalificados, que en el día a día los -muy bien denominados- medios corruptos de comunicación les otorgan desmedido protagonismo para que den rienda suelta a una campaña sucia y falaz, con la única propuesta de gobierno de tumbarlo a Correa y mandar al tacho de la basura todas aquellas leyes y reformas que, desde hace ya una década, les ha cortado de plano las malas artes y prácticas de enriquecimiento ilícito, a través de corruptas políticas públicas y el saqueo de los recursos del Estado. Ante la imposibilidad de manipular como antaño a un pueblo empobrecido y sin conciencia política, ¿cuál es la estrategia de los truhanes de la politiquería nacional y sus comparsas los medios? Como ha sido típico, pintarnos un Ecuador de tragedia económica, miseria y corrupción.
O sea, en el día a día, presenciamos un escenario, tal como describe Eduardo Galeano en una de sus controvertidas obras, Patas arriba, la escuela del mundo al revés, cuando nos cuenta que un 17 de octubre de 1931, en la revista norteamericana Liberty, se leía, “…hoy en día, ya la gente no respeta nada. Antes poníamos en un pedestal la virtud, el honor, la verdad y la ley. La corrupción campea en la vida americana. Donde no se obedece otra ley, la corrupción es la única ley”. ¿Quién lo dijo?, nada más y nada menos que Al Capone, el gánster más famoso de la historia de los años 30 de EE.UU.
Así las cosas, en ninguna forma sorprende que, por ejemplo, en Brasil, recientemente se haya dado lo insólito, que vivimos en un mundo al revés, cuando una casta corrupta, aupada por los medios, sin más ni más, destituye a una presidenta, elegida democráticamente, por supuestos actos de corrupción; lo cual evidencia una peligrosa amenaza para los pocos gobiernos progresistas que quedan en Latinoamérica, ¿cuál es?, el preconcebido y muy bien elaborado plan de la derecha internacional que en algún momento, con previsible criterio, el presidente Correa calificó como la restauración conservadora.
Por ello, se hace urgente desenmascarar y llamar por su nombre a quienes la historia de Ecuador, por ser muy reciente, los tiene bien marcados, especialmente aquellos que delictivamente lucraron de la dolarización y del feriado bancario, aquellos que absolvieron a Chevron de pagar por los daños ambientales en la Amazonía, aquellos evasores de impuestos con sus fortunas en paraísos fiscales, en fin, todos aquellos claros responsables de la tragedia socioeconómica que azotó al país, antes del actual Gobierno, y que aún seguimos pagando sus consecuencias.
De allí que nada más acertado que la consulta propuesta por el presidente, y que, por elemental principio de honestidad tendremos que apoyar, para que el pueblo decida si todo aquel que tiene capitales fondeados en paraísos fiscales puede aspirar a ocupar una dignidad en la función pública. Y no es para menos, los pillos de la política, con sus medios, están temblando porque ya se imaginan la decisión popular. Por allí se les sigue terminando la fiesta. (O)
Jacinto Alejandro Henríquez Barzola