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El Telégrafo

Tensión electoral

14 de marzo de 2017

En estos últimos días de tensión política, alarmados, hemos visto cómo emerge sin ningún empacho la ideología oligárquica en estas tierras. De nada ha servido el esfuerzo histórico de la comunidad internacional para impulsar una convivencia armónica mediante la creación de un marco jurídico para proteger y lograr un respeto universal del ser humano.

Entendería que Nietzsche tenía razón, cuando caracterizó a la moral de los señores, como aquella que no se compadece ni es piadosa con los débiles, como aquella que desprecia a los pobres; es posible que el esfuerzo de la Revolución Ciudadana para cambiar estos valores resulta insoportable para la casta depredadora local.
Iniciada la campaña, un alcalde opositor, al fragor del discurso en un claro acto de intención de coerción y represión, recurre a la violencia de género y amenaza con la intimidación física contra la mujer; atrás quedó el principio de igualdad de género y sus conquistas, atrás los sueños y las luchas heroicas por desterrar el machismo.

Un buen día una periodista dispara su adjetivación sobre la condición física de nuestro candidato; no es que usó un término peyorativo ya desechado por la comunidad mundial, lo más grave, le indilga un aprovechamiento de esta condición como mal habida ventaja de opción electoral. Atrás quedó el principio de no discriminación, al basurero fue el respeto a la dignidad humana de un inmenso conglomerado social en igual condición. Una hipócrita disculpa y aquí no ha pasado nada.

Al calor de los resultados adversos, un imberbe arremete contra los pueblos manabita y esmeraldeño; su grave pecado, haber ejercido su derecho a la independencia política por haber manifestado su reconocimiento al esfuerzo gubernamental para afrontar las calamidades que sucedieron; fueron ofendidos e irrespetados en una clara acción violatoria de sus derechos y, de llegar a ser factible, sin duda serán objeto de represalias y persecución.

En la misma calle y al mismo momento, mientras el niño pobre era utilizado en la explotación laboral lustrando los zapatos de un rebelde de smartphone; el niño de casta, al estilo del más crudo y brutal acto fascista, era utilizado para manifestar el odio hacia un grupo por su pertenencia a una ideología o afiliación política distinta.

Qué tan lejos están de principios y valores fundamentales para el convivir armónico basado en el respeto y la dignidad humana como valores inherentes de todos; no condicionados a ninguna diferencia. Qué distantes están de lo que el filósofo entendía como la moral de los comunes del pueblo llano; esa moral que privilegia la igualdad, la compasión, la dulzura y la paciencia. Qué de espaldas están a los derechos humanos como conquista y anhelo universal. Así cuando la tensión aparece aflora el desprecio, la concepción de diferenciación, la superioridad, el concepto de recurso para la explotación; cuando llega el momento de la verdad quedan expuestos a su real visión draconiana y de opresión. (O)

Reinaldo Torres Jaramillo

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