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El Telégrafo

Reflexiones sobre Ucrania

23 de marzo de 2014

Ucrania luce muy lejana. Las noticias sobre sus problemas, a muchos, pueden parecer extrañas y, ‘gracias’ al partidismo de la prensa comercial, todo ello es cosa juzgada, incluso sanciones por un plebiscito aprobado con abrumadora mayoría. Sin embargo, las dificultades de Ucrania pueden ser las nuestras, tal como atestigua la vecina y convulsionada Venezuela.

Las guerras/invasiones contra Yugoslavia, Afganistán, Irak, Libia, son etapas del proceso envolvente, constrictor, contra Rusia y de la apropiación de inmensos recursos de esos países (económicos y políticos)  por parte de  Estados Unidos y su parapeto institucional de agresión militar, la OTAN.

El proceso comenzó en 1990 con la eliminación del Pacto de Varsovia, al tiempo que su contraparte capitalista, la OTAN, pasó de ser un organismo de defensa a constituirse en un desbocado instrumento de intervención mundial. Desde entonces, la OTAN es cada vez más grande, sumando Estados (siempre en dirección a Rusia) que antes pertenecieron al Pacto de Varsovia. Ahora es el turno de Ucrania. Así se rompió la promesa hecha en dicho año (el de la unificación alemana) de no ampliar hacia el este dicho pacto militar. 

La OTAN ha armado a Polonia y la República Checa con misiles dirigidos a Rusia. Estos hechos fueron destacados hace unos días en el parlamento alemán por el diputado Dr. Georg Gysi (www.bundestag.de).

Como el proceso puede llegar a corto o mediano plazo a su final, la OTAN amplía sus tentáculos hacia América Latina a través de Colombia, que cuenta con el segundo ejército de Latinoamérica. Su anexión, por la vocación de sumisión de nuestro vecino hacia el norte político del mundo, dice mucho de las ambiciones de la transnacional guerrero-política denominada OTAN.

El derecho internacional, roto con la desmembración de Yugoslavia  (mediante el plebiscito en Croacia) y toda esa cadena de acciones de ‘baja o alta intensidad bélica’ que han resultado con la dominación de tantos países, es violado ahora rechazando la expresión democrática del pueblo de la península de Crimea (cedida a Ucrania por la ex-Unión Soviética)  contra la voluntad de su población y los intereses de seguridad de Rusia.

El gobierno títere instalado en Ucrania incluye en altos cargos a fascistas, neonazis y racistas confesos del partido del extrema derecha de Swoboda. Siempre se supo del enriquecimiento ilícito en Ucrania; no se lo denunció ni combatió a tiempo porque aún no le era útil políticamente al capitalismo transnacional.

Los intereses legítimos de Rusia no han sido considerados, guiando de hecho la situación a una posible sumisión de Rusia o a una guerra destructora de ese país, de incalculables consecuencias.

La solución pacífica de las controversias, el bienestar de los pueblos del mundo, exigen previamente la aplicación de la justicia y la honestidad en la política internacional, sin que (como en la actualidad) lo decisorio sean las segundas intenciones y la apropiación de los bienes de los demás.

No nos engañemos, Ucrania está a la vuelta de la esquina.

Oswaldo Mantilla

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