Este 24 de mayo de 2017, luego de 10 años, Ecuador tendrá un nuevo presidente. Sin duda alguna, Rafael Vicente Correa Delgado marca un antes y un después en la historia ecuatoriana y latinoamericana.
Un hombre de carne y hueso, que se conmovía con la caricia de una abuelita, se alegraba con la sonrisa de un niño, se enojaba cuando las obras no avanzaban y lloraba con su gente los muertos que dejaron las catástrofes naturales.
Luego, de casi 6 años de ejercer como periodista, puedo decir que viví de cerca los cambios y reconozco que quedaron tareas pendientes, ya que una década es muy poco tiempo para rescatar en su totalidad a un país que se encontraba sumido en la inestabilidad política, económica y social.
El inclemente sol o la fuerte lluvia nunca fueron impedimento para que el ‘Presi’ suspendiera sus largas agendas de trabajo, algunas en lugares recónditos de nuestra patria y otras en el exterior.
Estuve presente en la inauguración de escuelas del milenio, universidades, centros infantiles del buen vivir, planes habitacionales, unidades de policía comunitaria, hospitales, carreteras, sistemas multipropósito, unidades judiciales y muchas otras obras que se escapan de mi memoria.
Durante sus recorridos el cariño de la gente no se hacía esperar y más de uno no desaprovechaba la oportunidad para tomarse la foto del recuerdo con el Jefe de Estado. Lo mismo sucedía cuando visitaba otros países, donde su labor era reconocida.
Algún día les diré a mis hijos que tuve el privilegio de contarle al pueblo las transformaciones que impulsó @MashiRafael, catalogado por muchos como el mejor presidente.
Hoy, la militancia, simpatizantes y ciudadanos de a pie le dicen: Gracias, comandante Rafael, por los 10 años de entrega y arduo trabajo. Pero sobre todo por devolvernos el orgullo de decir: Soy ecuatoriano. (O)
Saludos
María Fernanda Carvajal