La letra de la canción ‘Mi viejo’, de Piero, es una oda al anciano, música que llena nuestro oído de una ternura que viene desde lo más profundo. Emocionalmente, es como si entrásemos a una majestuosa catedral. Ella, como en ‘Mi viejo’, está llena de historias: de recuerdos andados, de vinos tintos y silencios, de cantos y llantos, de sufrimientos y de tiempos... Con razón esta canción nos convoca a un acto de reverencia. Él, el adulto mayor, es nuestro camino, la medida de quiénes somos. ¡Sí, es así ! Y ... si así lo creemos, es imperativo reivindicar nuestra deuda social a favor de ellos. Ahora por ellos, mañana por nosotros.
Ya pasadas las elecciones y ya acogido el mandato popular, es hora de obedecer y cumplir con lo prometido: la agenda social, principalmente la Misión Mis Mejores Años. El pueblo no olvida y no perdona. ¡Démosle el valor a la palabra! Recuerdo que al escuchar la canción de Piero como fondo musical, el flamante Presidente prometió una vida digna a los de la tercera edad: “Para ti, viejecito querido, te encuentras con un país ingrato, tu gobierno va a crear un bono y pensión con seguro social gratuito”.
En otra ocasión, también lo escuché razonar, con sapiencia aristotélica, que el don, encarnado en el incomparable David y en la ternura de la Piedad de Miguel Ángel, no está en el mármol, sino en la mano de quien la esculpe. Dicho de otro modo, primero está la intención de qué queremos ser y, luego, tener la disciplina para lograr el objetivo. ¡Pongamos los ojos más allá de la ingratitud!
Esa es precisamente la valía del liderazgo de Lenín Moreno, quien nos honró al ser candidato al premio Nobel de la Paz. Su propuesta yace precisamente en encaminarnos a nuevos derroteros, hacia nuevos valores. ¿Qué queremos?, ¿quiénes somos? y ¿a dónde vamos? Esto es, ¿qué tenemos?, ¿qué queremos hacer? y ¿qué es posible hacer? Que estas preguntas sean nuestra guía. Se trata entonces de duplicar el incontrovertible éxito de la Misión Solidaria Manuela Espejo y del Programa Joaquín Gallegos Lara. No solo se instrumentó el bienestar y amor propio en favor a los derechos de las personas con discapacidad en Ecuador, sino que nos enorgullecemos al ser un país ejemplo para tantos otros. Instaurada la solidaridad, se subrayó la compasión. Con hechos dignificamos a nuestros invisibilizados e hicimos al otro lo que quisiéramos que se nos haga a nosotros mismos. Fue un mensaje claro en la recuperación de la dignidad y de ir por la opción preferencial hacia el humilde.
Entonces, ¡manos a la obra! ¡Construyamos un país lleno de gratitud! ¡Tratemos a nuestros adultos mayores con dignidad, no con caridad! Con el trato digno, diremos un gran Sí a la vida. La visión está trazada al ver caminar a nuestros ancianos con liviandad, apoyados en ese sentimiento de haber hecho lo que se pudo. Así, acompañada de una voluntad inquebrantable con un plan de cuidado integral, en esa visión debe estar incluida una revisión urgente a las jubilaciones de hambre. Solo así, con estas nuevas aspiraciones como guía, podremos lograr lo inimaginable. Es así que el poder político, antes distante, estará nuevamente en el lugar que siempre tuvo que estar. Es decir, en nuestras manos, alentando a la construcción del Estado obediencial.
Ayer fue la provisión de infraestructura, indispensable para el desarrollo material. Hoy es la hora de la construcción del nuevo hombre, del hombre dignificado. De ese hombre que al escuchar la canción de Piero, con reverencia debida, acude a proteger a su viejo. Y el viejo es quien lo está esperando, es nuestro espejo, es nuestra sangre, y ha cumplido con su tarea “sin carnaval ni comparsa”. (O)
Luis Castillo