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El Telégrafo

La Fraternidad

05 de agosto de 2017

Fue la Fraternidad la hija predilecta del Amor, aquel que conformó toda la belleza que nos rodea. El Amor engendró 3 hijas, que donó a los humanos para que nos olvidáramos de los pesares del mundo: la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad.

La Libertad, principio básico que orienta la vida y es inherente a cada ser humano; apenas nacida se vio rodeada de innumerables enemigos y detractores; los que menos la practicaban eran los que por cualquier motivo la invocaban; y los que más la necesitaban eran los que mayoritariamente la temían.

La Igualdad, dulce quimera que aliviaría los pesares con que las Parcas nos dotaron al nacer, halló escollos mayores a los que enfrentó la Libertad y, a duras penas, la equidad fue lo máximo que los poderosos prometieron a los humildes, para que las estructuras sociales no se derrumbaran bajo el peso de injusticias.

La Fraternidad fue la única hija del Amor que sentó lazos de unión entre nuestros congéneres, pero solo logró la aceptación de los seres semejantes, como una especie de obligación social y nada más; sin duda, falta mucho para que seamos verdaderamente humanos, para que quien se encuentra en las capas superiores de la sociedad baje de su alto pedestal y con humildad acepte que el ser inferior posee sus mismos derechos.

Fue la Fraternidad la que complementaría las fortalezas con las que el Amor dotó a los humanos para que justificásemos nuestro fugaz paso por la Tierra. Este nuevo sentimiento basó su principio de acción en la necesidad de prosperidad que nos embarga y nos impele a disfrutar de la vida únicamente si nos vemos rodeados de sonrisas que repelan a la agresiva Saudade.

El Amor Propio, que no debe ser confundido con la vanidad y el falso orgullo, es el sustento de la Fraternidad.

Parecería que las sociedades modernas no han superado aún el darwinismo, sobre cuyas bases se forjaron. Por eso la Fraternidad dará paso a una organización social en la que lo pluricultural será la norma del accionar humano. Reconocer que ninguna cultura es superior a otra conlleva saber diferenciar cultura de civilización y respetar la etapa de desarrollo en que la otra cultura se encuentra, apreciar sus particularidades y enriquecerse de su diversidad.

Rodolfo Bueno

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