Eso fue lo que marcó la última contienda electoral, si no, ¿cómo pudo ser que un candidato de probada desvergüenza y deshonor haya captado más del 49 % del electorado? Porque, bajo la óptica de los principios éticos y morales, imposible concluir que esos fueron los méritos por los que el señor Lasso conquistó tan respetable porcentaje. Pero la realidad es esa en nuestro Ecuador, aunque parezca increíble, por una nariz no lo tenemos como presidente. Lo que sí resulta claro y evidente es que el poder económico que ostentan las élites oligárquicas del país todavía impacta, y de qué manera, en el pensamiento ciudadano. Porque es innegable que, gracias al poder del dinero, el candidato banquero, a lo largo de cuatro años pudo sostener una campaña, a todas luces manipuladora, sucia y falaz, hasta el mismo día de las elecciones, cuando cínicamente se inventó un fraude, con el impúdico soporte de las mafias propietarias de la información y comunicación. Sin duda, estas últimas fueron los verdaderos actores políticos que, camuflados en la labor periodística, cumplieron con el rol más importante para que casi la mitad de la población electoral, contra toda lógica y sentido común, se manifestara a favor del candidato banquero, pese a haber sido uno de los declarados causantes y beneficiario de la grave crisis económica y social que nos legó el tristemente célebre feriado bancario. Fueron dichos medios que, en su cotidiano machacar, inocularon el odio en la población contra el presidente Correa, encasillándolo como un dictador, prepotente, insultador y represor; a muchos convencieron de ser este el gobierno más corrupto de la historia; que despilfarró el gasto público, que nos asfixió con más impuestos, que confiscó los recursos de la seguridad social, maestros, jubilados y militares; que acabó con la libertad de expresión, que criminalizó la protesta social, que hipotecó el país a los chinos. Tampoco faltaron los cuentos y tragicómicas profecías de todos los días: que se caía la dolarización, que colapsaba la economía, que seremos otra Venezuela, para rematar con el cuento de que con el dinero electrónico se viene otro feriado bancario. La realidad manifiesta es que aquellos medios privados, autodenominados ‘libres e independientes’, a lo largo de una década, en su papel de pitonisas de mal agüero, no atinaron una, evidencia clara de que siempre mintieron y desinformaron. Sin embargo, no se puede desconocer que en su persistente socavar los valores éticos y morales, hicieron que un poco menos de cinco millones de ecuatorianos prefirieran rechazar a un gobierno que institucionalizó los derechos ciudadanos, que privilegió el bienestar social, que fue el artífice de la gigantesca obra pública jamás hecha; todo por apoyar a un candidato que, paradójicamente, más brilla por sus oscuros antecedentes. En conclusión, es grave tarea que tiene el nuevo Gobierno: primero, tratar de rescatar el sentido de honestidad, dignidad, ética y respeto en la moral ciudadana, tan menoscabada por los traficantes de la comunicación; y segundo, erradicar toda forma de corrupción enquistada en la labor periodística, a través de una legislación que reprima con severidad aquellos actores políticos encubiertos en el periodismo. No es aventurado afirmar que, para lograrlo, el camino ya está trazado con la vigencia de la nueva Ley de Comunicación y al amparo de la obra emblemática que distingue a la Revolución Ciudadana, cual es la educación, ya que, como alguien muy sabiamente dijo: “El mayor enemigo de la corrupción es un pueblo culto”. En esto, vamos a puerto seguro, aunque falta mucho para llegar.
Jacinto Alejandro Henríquez Barzola