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El Telégrafo

La crisis del euro y la rigidez del dólar

06 de mayo de 2017

El dólar americano y el euro, reconocidas como las monedas más fuertes del mundo, comparten una característica similar al comparar su incidencia en economías pequeñas.

En 1957 se estableció la Comunidad Económica Europea que cobró gran impulso con el final de la Guerra Fría. Con el Tratado de Maastricht en 1992, se instituyó la Unión Europea creándose gran parte de su estructura e instituciones económicas, hasta la adopción de una moneda común llamada euro. Con la creación del euro en 1999, el capital en la eurozona fluyó desde las economías grandes, como Francia, Alemania y Reino Unido, hacia las más pequeñas como Grecia, España, Portugal e Irlanda, a bajos tipos de interés.

La política de liberalización del mercado consiguió la entrada eufórica de capitales, pero también su pronta salida al menor indicio de una distorsión en esas economías. La crisis financiera mundial de 2008 fue el detonante para que Grecia, España, Portugal e Irlanda no tuvieran acceso al crédito y se expongan a una crisis para la que los fundadores de la eurozona no se habían preparado.

Desde hace 9 años, la Unión Europea está sumida en el estancamiento. Entre las razones se señalan los programas de ayuda impuestos por la ‘troika’ conformada por el FMI, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea; con políticas mezcladas con fundamentalismo de mercado (neoliberalismo), como: escasa participación del Estado, deshacerse de normas y controles, austeridad, la convicción de que los mercados se autorregulan, entre otros.   

Alemania, la mayor economía, es el eje de las políticas económicas de la eurozona, se opone a tomar medidas, como bajar la tasa de interés o devaluar el euro, que ayudarían a salir de la crisis a los países más pequeños, pero aquello pondría en riesgo inflacionario a la economía alemana, al estar atados por la misma moneda. La economía y la política no pueden separarse.

El alto nivel de recesión y desempleo ha aumentado la desigualdad en la eurozona, poniendo en riesgo las casi 6 décadas de logros en política social alcanzados por los europeos, con el ascenso del extremismo y populismo de derecha que promulgan justamente las mismas razones que llevaron al continente al estancamiento; esto es, austeridad, escasa intervención del Estado y la eliminación de normas y controles en distintos mercados. Los ciudadanos no alcanzan a entender las razones del estancamiento económico; solo ven que la promesa de que el euro les daría un crecimiento ilimitado no se ha cumplido.

Ecuador adoptó el dólar como moneda de uso en el año 2000. Junto con los beneficios de bajos niveles de inflación también se renunció a tener una política monetaria que permita enfrentar recesiones por caída de ingresos por exportaciones petroleras y no petroleras, y a tener un banco central como medio de inyección de capitales o prestamista de última instancia para casos de pánico bancario.

La rigidez del dólar, al igual que el caso del euro, no permite devaluar la moneda, bajar el tipo de interés o realizar una inyección de capital que permitiría salir de la recesión en menos tiempo. La expectativa de que el dólar favorecería las exportaciones no se cumplió; estudios demuestran que los 15 últimos años del uso del sucre reflejan mayor incentivo y mejores resultados en exportaciones de productos distintos al petróleo, que los 15 primeros años en dolarización.

Ecuador al igual que Grecia, España, Portugal e Irlanda sufren las consecuencias de adoptar una moneda dura que limita la capacidad de reacción ante las recesiones. (O)

Eduardo Merino

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