Jesús el Cristo lo dijo: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera lucen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia”. Las ciencias políticas fueron desarrolladas para, de una manera científica, dar soluciones a las necesidades y los asuntos de interés general de los ciudadanos, lastimosamente la acción política no coincidió en la unión de la academia, los intelectuales y los actores políticos.
Los intelectuales y la academia fueron apartados de la actividad política directa y quedaron relegados a meros espectadores, críticos y comentadores de las acciones públicas de los políticos. Muchos personajes inescrupulosos se aprovecharon de la distancia entre políticos e intelectuales y del vacío dejado por la academia en los acontecimientos de interés general para ingresar en el apasionado mundo del bienestar y el bien común: la política, no para servir a sus conciudadanos sino para servirse del poder.
Mediante su accionar político se valieron del poder para obtener réditos económicos al beneficiarse personal y familiarmente del cargo que ocupan y ocuparon en la sociedad. A esta clase de individuos los conocemos por demagogos y politiqueros. Hipócritas de la política que les sonríen y saludan con un fuerte abrazo y a la vuelta de la esquina hablan mal de ustedes, y de sus coidearios; son aquellos individuos que en época de campaña buscan, sonríen, saludan, visitan; y cuando ganan las elecciones no se acuerdan de sus representados: “Si te he visto no me acuerdo”. Incumplen sus promesas de campaña y sus proyectos de gobierno.
A esta clase de politiqueros, demagogos astutos, que aplican la viveza criolla, les resultase mejor nunca haber nacido porque hoy la academia y los intelectuales se han reencontrado con el accionar político. (O)
Atentamente
Soc. Miguel Mena