La situación actual, de cualquier punto que se la mire, no tiene ni el mínimo parecido con lo que sucedía hace 17 años cuando en una bacanal banquera se rifaron el pasado, que fue toda una vida de ahorros para miles de compatriotas y sus familias; el presente que fue encontrarse con un dólar a 25 mil sucres, con la ventaja y alevosía de quienes sí tenían muchos dólares en los bancos y fuera de ellos, y la desgracia y angustia del de a pie, del que tenía sus pocos sucres ahorrados en los bancos y allí se quedarían para siempre, encerrados en el limbo, como sus sueños, el futuro, ¿cuál? Organizarse y salir a gritar hasta perder la voz, hasta perder la vida.
Decenas de miles salimos a “probar suerte”. Frase corta de realidad inmensa. Enfrentando cualquier oportunidad laboral, la que sea, fuimos la solución paliativa para una economía tambaleante. Inyectamos circulante como sangre para el anémico. Con el tiempo, cuando llegó la Revolución Ciudadana, pudimos sentir el alivio, fue bajando la presión y la necesidad hasta encontrarnos con un equilibrio logrado gracias a la generación de empleo, al impulso a la pequeña y mediana industria, a la gratuidad de la educación, al estímulo social y económico que otorgó la gran obra pública. Para los migrantes eso significó poder regresar, visitar, compartir con los nuestros, y también invertir en la patria aquello que, gracias al progreso evidenciado, pudimos ahorrar al dejar de enviar remesas en el monto y urgencia que los primeros años nos demandó.
Los migrantes sentimos los avances, vivimos estos últimos 10 años disfrutando de los cambios, los colegios repotenciados, los maestros recargados, la calidad de la educación mejorada, los hospitales jamás tan decentes y útiles como ahora. Los nuevos migrantes que nos rodean son jóvenes estudiantes universitarios, de masterado y doctorado que viven de manera decente gracias a sus becas del Gobierno ecuatoriano, organizando su tiempo para aprender y viajar, pues de conocer el mundo también se nutre el intelecto.
José Delgado Mendoza
Ginebra