Las protestas violentas expresan una actitud de desencanto antidemocrático contra los resultados emitidos por el Consejo Nacional Electoral. A fuerza de capricho, se quiere imponer como presidente al que el pueblo ecuatoriano no escogió. En este contexto, las palabras de mi hijo, profesor en Londres, tienen una ineludible vigencia.
De visita y ya entusiasmado de estar en su aula, la cual reflejaba la sana convivencia de un microcosmos de las Naciones Unidas, me percaté de que lo que dijo es una continua práctica. Los trabajos exhibidos, los cuales engalanaban el entorno didáctico, hablaban por sí solos. Reinaba un espíritu de confianza y de amor al conocimiento y de convocatoria para develar incesantes incógnitas. Pude observar que cada miembro de su clase impartía una matriz de valores que pronto serían replicados en el ámbito local, nacional y hasta internacional. Así, de la misma manera que de la crisálida salen las mariposas a volar entre las flores, también los estudiantes.
Remarqué que cada alumno, respetándose mutuamente, iba completando su respectiva actividad, cuya ejecución discurría con soltura y seguridad. Cuando había preguntas, respondían en voz alta, clara y en un tono seguro. Escuchaban atentamente la opinión de cada compañero. El ánimo de cooperación reflejaba honestidad en cada palabra y acción. Había una actitud de equidad que se entretejía en un ámbito de convivencia ética. Este ambiente tenía todos los ingredientes necesarios para la construcción de una democracia. Ya se notaba el desarrollo del pensamiento crítico en la libertad de escoger el orden de su actividad y en la forma que entre grupo evaluaban y discernían antes de completar su trabajo.
Dicho sea de paso, el profesor, como guía pedagógico, debe crear actividades que no solo enseñen el contenido curricular sino también que promuevan determinado comportamiento, a fines de lograr ese objetivo que, además de académico, es también social. Así van desarrollándose destrezas y cualidades dentro de un contexto específico de conocimientos adquiridos. Esa previa preparación pedagógica debe ser la constante readaptación, una evolución necesaria que siempre tiene que tomar en cuenta el nivel en el que se encuentra el alumno.
El viaje largo del alumno que se va convirtiendo en futuro ciudadano pasa por el tamiz de la escuela, de la familia, de la ciudad y de la nación. En cada contexto su carácter se va formando, adquiriendo destrezas y desarrollando capacidades que le servirán en su vivir diario como ciudadano adulto. Sus metas solo serán alcanzadas si la escuela no se deslinda, como una isla, del contexto social o viceversa. Tal escuela, tal sociedad. Esto es, que para que la formación democrática sea eficaz, con resonancia constructiva, los protagonistas del aprendizaje, al final del proceso educativo, tendrán que ejemplificar al hombre democrático.
La pregunta entonces es, ¿cuán cerca o lejos está el ciudadano ecuatoriano de esta adquisición de valores democráticos? Aquí no se dice que estos cambios de actitud democrática no se estén formando ya en nuestras escuelas, lo que se dice es que, para que seamos exitosos en crear al futuro ciudadano, y para que este se rija bajo las virtudes de mutuo respeto, honestidad, cooperación, equidad y ética, tendrá que pasar generaciones para poder ver el fruto.
La conducta de los líderes políticos y la falsa noticia de ciertos medios de comunicación desenmascararon la desesperanza. Esto demuestra que estamos aún lejos de constituirnos como una democracia en la que se respete la soberanía y la voluntad del pueblo. Ahora que lo pienso más, no fue una exageración lo que dijo mi hijo. (O)
Luis Castillo