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El Telégrafo

Combatir la corrupción

10 de julio de 2017

De España nos viene el apelativo de “Paraíso en la Mitad del Mundo” (diario ABC, 6.6.17) por nuestras bellezas naturales y parecería que también por los numerosos “ángeles” que hoy se escandalizan de la corrupción. De la corrupción ajena, por supuesto, de esa danza de millones de dólares orquestada por Odebrecht, pero solo en estos años. Antes el “paraíso” y sus “ángeles” eran todos pureza y honestidad.  Su “honestidad” incluía robar al Estado los impuestos, a los empleados sus beneficios, perjudicar al medio ambiente, a los clientes, proveedores, accionistas, asociados o a muchos otros, algo natural y en regla.  ¿Es honestidad la obsesión morbosa de acumular dinero y bienes; honesto hacer utilidades de cualquier manera y esconderlas en “paraísos fiscales”? ¿Honesta es cierta prensa tapando la posible corrupción en la alcaldía de Quito y sometiendo a careos y ataques irrespetuosos y audaces al Vicepresidente de la República, sin otra prueba que su aversión u odio?

Corrupción son la mentira, el odio, la ignorancia culposa. Ciertos personajes adinerados lo que probablemente lamentan es no haber participado de los millones repartidos dolosamente por Odebrecht; estructuras y procedimientos creados por ellos, así como funcionarios antiguos “de carrera” (como capaya), son aún parte de la burocracia.

Terminar con esta y la otra corrupción es deber de todos: del Gobierno, de todos nosotros, de una educación que no proponga como objetivo de la vida el acumular dinero y bienes, por sobre la ética y los derechos de los demás. La política y el periodismo honestos deben respetar la honra de todos y denunciar con firmeza actos de corrupción debidamente probados. (O)

 

Atentos saludos,

Oswaldo Mantilla

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