Los allanamientos a la oficina del asambleísta Cléver Jiménez y el  domicilio del Sr. Fernando Villavicencio se realizaron conforme a la ley y por razones debidamente justificadas. No es posible que un ciudadano, por más importante que sea, pretenda por sí y ante sí robar información de los correos electrónicos de  funcionarios o instituciones del Estado, y menos de la Presidencia de la República.

Con esto, ¿qué se puede esperar de la privacidad de los ciudadanos comunes y corrientes? El hackeo no solo se trata de publicar los contenidos, sino el manipuleo, como registrarse en webs, enviar o borrar mensajes, instalar spywars, para espiar desde cualquier ordenador remoto. Villavicencio y Jiménez son simples títeres de los que quieren  perjudicar  al país.

Aducen que no son hackers, y así es, lo que se quiere saber es quién o quiénes les ‘dan hackeando’. A los que sí les resulta fácil realizar estas proezas es a  organismos como la CIA, NSA o el FBI, sus agentes -con o sin autorización- entran a la red y espían a cualquiera, desde hace muchos años, con programas como Echelon, Carnivore, Prisma, etc.

El Gobierno ecuatoriano rastrea en la red -previo permiso judicial- para ubicar, capturar y recapturar a delincuentes, como los más buscados, traficantes, coyoteros, y no está bien comparar a estos pseudohackers ecuatorianos con Julian Assange y Snowden, quienes no están al servicio de ninguna potencia ni empresas transnacionales.

Toribio Solórzano Parrales
[email protected]