Es evidenciable complejidad de la coalición paradójica de los grupos sociales y políticos que participaron durante los comicios de abril del 2017. Existen varios elementos a analizar en este entramado que refleja todo el caos del imaginario político del país.
Por una parte se observó a un clásico grupo político que históricamente se ha distinguido por su retórica izquierdista; misma que por décadas se facultó de altercar la educación a través de su pandillerezca mafia de naturaleza grupera, rastrera y venenosa; de típico comportamiento entreguista al mejor postor. En esta ocasión entregada a un banquero y su ralea a la que adiestraron en tácticas de lanzar piedras y palos.
Así también una clase social retardataria, jerárquica, fascista, cuyo papel protagónico ha asumido representación dominante en cada periodo histórico: como amos, reyes, sacerdotes y explotadores. Interesante fue advertir que en Ecuador nunca se vio a dicha clase protestar en la calle con bandera en mano, tacos puestos y smartphone en la otra mano.
Por otra parte, hubo también un alcalde, quien hace unos años en su origen de larva política se alió al oficialismo; posteriormente de manera muy astuta logró respaldo capitalino en las seccionales del 2014. Ahora en su afán de custodiar su hegemonía cada día más perdida, convino con quien pensó se erigiría como el nuevo oficialismo.
Innegable también, la presencia del representante político de una iglesia X, inquisidora y mafiosa que mediante sus voceros y agentes, promueven a quienes, afines a su filosofía, se instauran como movimientos sociales con rasgos religiosos, y que su histrión político social y cristiano, dominó, torturó y gobernó en los 80.
Similarmente, se suman las respetables organizaciones indígenas quienes siempre estando en pro de la lucha de su etnia y nación, con claro tinte ideológico popular, contravino a sus principios al forjar acuerdos y alianza con la pretensión neoliberal.
Por último, aquellos sectores sociales carentes de ideología política, con claros signos de avaricias políticas, lo que los enceguece de toda perspectiva respecto a la seriedad de un proceso electoral.
Considerando estos actores, instituciones y situaciones; se resume que existen tendencias críticas y paradójicas de:
Incongruencias ideológicas de aquellos que dicen representar a lo popular pero que reforzaron las intenciones de la casta banquera neoliberal.
Políticos ambiciosos y sin escrúpulos, capaces de fusionarse con quien sea en su afán de no perder su protagonismo en el escenario político.
Estratos sociales acomodados cuyos intereses no son los del marginado, los del excluido, pero que complotan en unidad con estos, solo por sus intereses de clase.
Y sectores socioeconómicos bajos, que en su condición, albergan la esperanza de favores o puestos o beneficios políticos egoístas.
En fin hay que recalcar a un veterano político quien en su experiencia tanto de gobernador, como de alcalde, y así también de perdedor, comprendió la tendencia electoral real y que con sus propias palabras insta a entender a la coalición paradójica frente a la falta de razón diciendo: “colorín colorado el cuento se ha acabado”. (O)
César Aizaga Castro