Definitivamente los atletas olímpicos nos inspiran y nos ponen a reflexionar en que  la vida es una olimpiada y que debemos entrenar sea cual sea la meta que perseguimos -profesional, sentimental, económica, académica, laboral, comercial,  espiritual y hasta material-  nos impulse a lo que verdaderamente deseamos.

Alguien no preparado no puede participar en ninguna competencia. Se necesitan técnicas para que nuestro desempeño en la vida sea provechoso, y sobre todo mucha constancia, para que no sean esfuerzos con saltos al vacío que no conduzcan a nada, sino un trabajo constante que nos llevará a la meta, a obtener una victoria olímpica.

Además, ningún entrenamiento llegará lejos si la persona que lo hace no está totalmente convencida de lo que realmente quiere. No se trata de nadar cuando lo que nos gusta es correr. Igual con nuestros sueños, no deben ser de los demás o para agradar a alguien, sino algo que brote de nuestro corazón.

Se requiere además una dosis de  paciencia y no desesperarse por querer lograr todo desde el principio, porque,  un atleta no es ganador por simplemente usar una ropa deportiva. En la carrera hacia la meta todo debe ser dosificado para no quedar exhausto desde la arrancada.

Para buscar la forma de cumplir con nuestros sueños, debemos capacitarnos constantemente y sobre todo tratar de encontrar esa motivación que nos permita sentir esas ganas de día a día salir a luchar por nuestros propósitos, sin descuidar las circunstancias que debamos enfrentar.

Y finalmente, como dice el credo Olímpico: “Lo más importante de los Juegos Olímpicos no es ganar, sino competir, así como lo más importante en la vida no es el triunfo sino la lucha. Lo esencial no es haber vencido sino haber luchado bien”.

Mis saludos muy atentos.

José María Chávez Malavé
estudiante, Guayaquil.