La primera huelga nacional del 15 de noviembre de 1922 despertó la conciencia de nuestros pueblos para reclamar sus derechos; en 1923 las provincias de Azuay, Imbabura, Pichincha y Tungurahua fueron campos de grandes protestas campesinas. En Pelileo, zona de grandes conflictos, el 13 de septiembre de 1923 se masacró a indígenas, pues estos trabajadores de la hacienda Leito se negaron a laborar por los bajísimos salarios y doce horas diarias.
El justo reclamo fue contestado con balas por el batallón Zapadores de Ambato, que asesinó a 100 campesinos, hirió a muchos, los despojó de sus parcelas y destruyó sus casas. Entre los campesinos asesinados, los historiadores recuerdan a Belisario Muñoz, Leonidas Muñoz, Olimpia Muñoz, Edelmira Fuertes, entre otros.
El gobierno del infelizmente célebre José Luis Tamayo, represor al servicio de la oligarquía bancaria y agroexportadora, que actuó de 1920 a 1924, fue el responsable del asesinato de más de 1.000 obreros en Guayaquil el 15 de noviembre de 1922 y se tiñó nuevamente de sangre al ordenar a petición del patrón de Leito la carnicería de indígenas, que trató de justificar con la explicación de sofocar un levantamiento indígena dizque comunista.
El fantasma del comunismo lo llevó a cometer estas atrocidades, pero como sentenció Tránsito Amaguaña Alba: “La sangre, la herencia han de coger las familias, los maíces ha de cosechar el pueblo”.
Lic. César Burgos Flor
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Licenciado en Ciencias de la Educación y licenciado en Comunicación Social. Profesor jubilado en el colegio fiscal Camilo Destruge y en la Facso.