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El Telégrafo
José Velásquez

El juego a Correa

11 de mayo de 2020

No debe haber tarea más dura para un guayaquileño que recoger a los hijos caídos de la ciudad en medio de la pandemia. Ese es el encargo que le hicieron a Jorge Wated y lo cumplió asediado por las limitaciones y la indignación popular. ¿Estuvo a la altura? Quizás sí. ¿Se lo vamos a reconocer? Mejor no, por su pasado correísta.

Asusta el nivel de autocensura en muchos líderes de opinión. Es una suerte de acuerdo tácito que a veces se multiplica en forma de orden y otras veces como amigable recomendación: No seamos tan severos con la alcaldesa de Guayaquil porque sería hacerle el juego a Correa y a Pierina. Hay que modular cualquier aplauso al alcalde Yunda para no endosar el proyecto populista. Cuidado nos hacemos eco de personas equivocadas.

Y luego vienen las excusas. Si algo no funciona es porque seguramente ahí sigue enquistado algún correísta o porque aún está vigente una ley o estructura maquinada por la dichosa “Revolución Ciudadana”. El sistema de salud fracasó exclusivamente porque lo deshuesaron en la “década ganada” y porque además se gastaron nuestros fondos de emergencia. El coctel de odios y miedos les nubla la visión.

Cuestionar a los funcionarios, de este o de cualquier gobierno, es constructivo si se hace con altura y con argumentos fundamentados. Disentir no solo que es un ejercicio potencialmente enriquecedor, sino que además es un gesto democrático.  Pero diariamente escucho el ruido de esa barra impulsada desde la conveniencia que exonera culpas, santifica funcionarios, niega méritos y maquilla realidades.

Renunciar a nuestra capacidad de crítica y autocrítica es el camino más corto a la mediocridad. Ponerle azúcar a la crisis nos conducirá otra vez a una elección presidencial marcada por la miopía. No me sorprendería si por “no hacerle el juego a Correa” termina instalado en Carondelet alguno de sus acólitos.

Es absolutamente normal que subsistan agentes del correísmo con y sin careta. Lo que no es normal es que nos obsesione su existencia. Si tienen cuentas pendientes con la ley, que sean la Fiscalía y la Contraloría los que se encarguen de soñarlos. El presidente Moreno está a punto de cumplir tres años en el poder y ya es hora de que nos deje de acomplejar el fantasma prófugo de los corazones ardientes. (O)

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