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El Telégrafo

Yo exijo las debidas disculpas

14 de diciembre de 2012

He intentado reconciliarme con la política exterior del Ecuador. No soy de la tesis que el Ecuador carece de política exterior. Tampoco creo que la actual política sea un despropósito. Hasta que recuerdo nuestras relaciones con Irán. Yo entiendo que dentro de nuestro discurso de soberanía busquemos una salida alternativa a la actual composición de la comunidad internacional y sus relaciones de poder y hegemonía. Sin embargo, creo que nuestras aspiraciones deben ir más allá de una radicalización casi pueril en contra de la institucionalidad internacional. Deben, por lo menos, ir de acuerdo a nuestros principios constitucionales.

Desde el pragmatismo más tajante, nuestras relaciones con Irán no hacen más que traer un poco de luz a un país por desafiar el statu quo. Pero el Ecuador quiere trascender a ese modo tradicional y maquiavélico de hacer diplomacia. Nosotros buscamos construir soberanía desde el Sumak Kawsay, crear una cultura de paz como función primordial del Estado (según el art. 3 de la Constitución). Por eso debemos establecer vínculos (estrechos o no) con el gobierno del presidente Ahmadineyad, su programa nuclear dudosamente pacífico y sus declaraciones, cada vez más frecuentes, sobre la destrucción de Israel. ¿Debemos? (Bajo ese manto, reveamos la estrechez que tenemos con otros países y sus políticas de paz).

Israel no merece las loas de nada, pero hay, por lo menos, una fuerte crítica interna al propio proceso militar de Israel y su reacción frente a Palestina. Cuando el presidente Correa comentó acerca del caso AMIA, su argumento de “por lo menos en Irán hay elecciones”, refiriéndose a sus contrapartes en Medio Oriente que viven en regímenes monárquicos, no termina de convencer. Especialmente cuando, más que una democracia ultraconservadora, Irán debería ser catalogado como una teocracia radical. Y menos convence  comparar un acto terrorista con otro, más allá de que haya expresado su respeto por AMIA, sigue siendo un impasse y una falta de respeto. Bajo ese sentido, espero que no se moleste cuando, con todo respeto, alguien sugiera que habría que poner en perspectiva los asesinatos xenofóbicos de ecuatorianos en el exterior con aquellos que se dan por delincuencia a la interna del país. 

Vi la entrevista del presidente Correa y las declaraciones que hizo en su contexto. No cambia lo dicho. Las tragedias humanas no pueden ser contextualizadas. Su posición frente a la OTAN tiene mérito por crítica, pero carece de sensibilidad frente a un hecho completamente distinto.

Hay muchas razones para ofrecer disculpas, aunque el Ministerio de Relaciones Exteriores exprese lo contrario. En un comunicado declara: “No hay ninguna razón para ofrecer disculpas, menos aún si provienen de exigencias que el Presidente no puede aceptar sino de su propio pueblo”.

Yo, como mandante, exijo las debidas disculpas.

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