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El Telégrafo

Yasuní revela los moralismos de la “disputa política”

18 de agosto de 2013

Es un golpe y hasta una derrota. El primero a una ilusión que se gestó con una enorme y cálida acogida, aunque no se hizo hincapié como un ideal colectivo para empoderar hasta al más despistado. Parecía que solo al Gobierno le correspondía la tarea y todo el esfuerzo. La segunda, es la prueba de que ciertos ideales, por muy valiosos que sean, no calzan en la agenda ni en las cuentas de quienes tienen en sus manos la opción de construir un planeta a favor de la equidad y la vida.

Y ahora surgen muchos lugares comunes y hasta estribillos desde un moralismo que no se compadece con el ideal y la utopía que convocaba la Iniciativa Yasuní ITT. Cierto que la campaña, como ya dije en este mismo espacio hace tres semanas, adoleció de una visión y una estrategia que superase la “venta” del proyecto y posicionara una alternativa política y ecológica. Ahí también hay algo que pudo criticarse y corregirse a tiempo. Pero también es cierto que desde sectores ultraecologistas hubo poco aporte y escasa acción concreta.

Los factores en contra, ya se ha dicho, son la crisis financiera, la hipocresía de las transnacionales, la postura de esos gobiernos que aúpan la contaminación y hacen poco por la naturaleza, además de la presión mediática para desdibujar y desnaturalizar la propuesta con el solo afán de colocarla en el centro de la disputa política.

Y es en esa disputa donde surgen los moralismos de todo tipo, ese llamado a la apocalipsis y al caos cuando no son ellos los que se equivocan o no hacen nada. Si era la propuesta más novedosa, de vanguardia, revolucionaria y hasta simbólica, ¿por qué no se la colocó como el soporte fundamental del proyecto político que lo sustentó y gestó desde el mismo inicio de este gobierno?

En el fondo surge otro tema en cuestión. Como se dice ahora con lo que ocurre en Argentina, a propósito de las últimas elecciones: en vez de gestar productores de poder, se han amplificado los consumidores de poder.

En otras palabras: quienes ahora se oponen con una religiosidad irreconocible no han apoyado la posibilidad de incubar un poder político para la concreción y realización de proyectos de la dimensión del Yasuní ITT. Por eso es fácil plantearse como única opción las elecciones o el bajarse al gobernante de turno. Y todo lo que valga para eso es funcional a la estrategia opositora.

Y si la política sirve para algo, que sea para imaginar todas las posibilidades para salir adelante en las condiciones concretas para resolver necesidades puntuales. Ahora, ¿caben todas las veedurías y la vigilancia para la explotación? O, ¿una posible consulta va a significar esa plataforma donde confluyan  opositores de todos los colores para sostener el mismo modelo de consumo y no la transformación de las causas reales que llevaron a plantear la Iniciativa Yasuní en su esencia?

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