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El Telégrafo

Yasuní: llegar a fin de mes

30 de agosto de 2013

¿Se acuerdan de Zuccotti Park? ¿De esa heterogénea amalgama de pretensiones utópicas que ocuparon Wall Street? ¿Se acuerdan de #OccupyWallStreet y ese idilio de otoño que movilizó a gente -jóvenes- de todo el mundo bajo el manto del 99%? ¿Se acuerdan de ese breve espacio en que se pensó en una resurrección de la Primavera Árabe enmarcada en los visos del Mayo Francés? ¿Se acuerdan en qué terminó (tanto la #OccupyWallStreet como la Primavera Árabe)? ¿Se acuerdan, por lo menos, del movimiento? Lauren Ellis, en la revista Mother Jones lo describió, de manera acertada, en los siguientes términos: “Hasta el momento, este es un movimiento más para los soñadores que para la clase media estadounidense tratando de llegar a fin de mes”.

El enfoque recae sobre la violencia y abre el campo para que todo opositor, de la intención política que venga, se una a la confrontaciónLas manifestaciones en contra de la explotación del Yasuní son la evidencia física del precio político que significó anunciar la puesta en marcha del, ahora famoso, Plan B. Son manifestaciones legítimas. Son manifestaciones que nacen del genuino sentimiento ambientalista que ha rondado las esferas públicas en la última década, intensificado por la Constitución de 2008. Son manifestaciones  que deben ser apadrinadas por el mismo Estado por ser la expresión más básica de participación ciudadana. Si alguien en algún estamento oficial cree que estas manifestaciones lograrán desestabilizar al Gobierno están sobrestimando la capacidad generadora de las protestas, o subestimando la institucionalidad del proceso y, de paso, subestimando también la inteligencia de la ciudadanía.

Habrá aquellos que en la confusión tendrán ambiciones políticas adicionales. Incluso que busquen y manifiesten abiertamente su deseo de cambiar al actual Presidente. Y es deber del Estado, y del Gobierno como su representante, proteger este legítimo derecho, más aún cuando es nuestra Constitución la que manda y determina los procesos legales para cumplir este deseo. Lo que las imágenes muestran, tanto las oficiales como las de los manifestantes, es cómo la presencia policial es disuasiva más que defensiva. Es otra manera de criminalizar, estigmatizar y buscar deslegitimar un derecho tan constitucional y fundacional como la protesta.

Pero los manifestantes caen en ese juego. Caen porque el enfoque ahora es sobre la confusión de los enfrentamientos. El enfoque es sobre una cualidad policial que no ha podido ser modificada, porque  ha sido ampliamente utilizada en el pasado. El enfoque recae sobre la violencia y abre el campo para que todo opositor, de la intención política que venga, se una a la confrontación. Todo como consecuencia de un movimiento inorgánico cuyo mensaje no termina de cuajar dentro de otras realidades sociales y se llena de contradicciones. Un movimiento que reclama la conservación, pero que no termina de dar soluciones efectivas para corregir el complejo vacío que hay dentro de la sociedad, que hay en aquellos sectores que no tienen la capacidad de tomarse un día para protestar, no por falta de voluntad, sino porque todavía están tratando llegar a fin de mes.

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