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El Telégrafo

Yasuní es de todos, menos de sus destructores

28 de septiembre de 2013

El Ecuador y cada una de sus realidades deben ser de todos, puntos de encuentro donde los protagonistas expresan sus visiones en la construcción del bien común, del buen vivir para todos, Yasuní no puede ser una excepción.

Los que deben ser excluidos de estos espacios de proyección de nuestro futuro son los grupos, prácticas e intereses egoístas contrarios a las comunidades y equilibrios con los micros y macros sistemas ecológicos. Nuestro interés debe estar centrado en preservar la armonía entre las personas y la naturaleza, y esto se expresa en un abanico de percepciones y visiones sobre Yasuní. Si bien Yasuní es territorio de los tagaeris y los taromenanes, no lo es exclusivamente de ellos.

Yasuní es de los amazónicos, pero no solo de ellos. Si bien Yasuní no solo es un patrimonio de todos los ecuatorianos es, además, una realidad telúrica para quienes viven en ese lugar privilegiado por muchas generaciones. Yasuní es una de las maravillas de la naturaleza y riqueza cultural de la humanidad, pero también es un lugar de extraordinaria megadiversidad de manifestaciones de vida, donde caben múltiples proyectos no excluyentes para beneficio de waoranis, amazónicos, ecuatorianos, latinoamericanos, el Caribe y de toda la humanidad.

Hay que superar la mentalidad maniqueísta, dicotómica, excluyente, que mira  la realidad como si hubiese que decidir entre blanco o negro, lo uno o lo otro, ganar o perder. El reto es ganar todos para la felicidad de todos, menos para sus destructores. Es aprovechar todas las potencialidades de Yasuní con el menor impacto destructivo posible a la naturaleza y a los seres humanos. Y  entre esas riquezas debemos contar  con el petróleo en su subsuelo. Como dijera Humboldt: “No podemos darnos el lujo de ser mendigos sentados encima del oro”.

Lo que sí debe ser excluido del Yasuní es la colonización y hacer una guerra total  contra los que extraen madera y los que trafican con las aves y animales silvestres: producirían tanto o más daño que la explotación petrolera. En el nuevo rol de las Fuerzas Armadas debería incluirse el control permanente de todos los parques nacionales. En Yasuní debe establecerse un fuerte contingente, por su extensión e importancia.

Estoy convencido de que el presidente Rafael Correa puede enfrentar ese desafío con mayor responsabilidad y patriotismo con relación a los gobiernos anteriores, a los  que  no les importó la destrucción ambiental ni el buen destino de los ingresos provenientes de la extracción petrolera.

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