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El Telégrafo

Yamor: fiesta colectiva y bebida sagrada

05 de septiembre de 2012

El yamor es bebida de dulce sabor. Es amalgama de granos del maíz provenientes de la tierra. Es añoranza y jolgorio. Es renovación de viejos amores y querencia terrígena. La Fiesta del Yamor es elemento básico de orgullo otavaleño. Y, por eso mismo, referente de identidad colectiva. Visto así, esta festividad concita el afecto de propios y extraños.

El yamor no se limita a la denominación de la ancestral chicha de origen incásico, sino que su significado supera la degustación culinaria en temporada septembrina. Precisamente, su nombre contextualiza una fiesta que está interiorizada en el corazón de la ciudadanía del Valle del Amanecer y, con ello, en la expectativa generalizada de los visitantes nacionales y extranjeros.

Por tal motivo, el Municipio de Otavalo no escatima esfuerzos para promover como ya es costumbre, anualmente, este festejo con el loable anhelo de ratificar el profundo apego al allpa mama. Y, como participación incluyente y complementaria, se suma la presencia veedora de los vocales del Comité de Fiestas, designados desde la propia sociedad civil.

La Fiesta del Yamor en la edición de 2012 -prevista del 31 de agosto al 9 de septiembre- está repensada en la medida de gestionar en los estamentos estatales pertinentes la declaratoria de Patrimonio Cultural Intangible del Ecuador. Se aspira a que en un futuro inmediato esta propuesta tenga la favorable respuesta de las autoridades gubernamentales.

Tal celebración emerge del corazón popular. Desde esa perspectiva comunitaria y, por eso mismo, solidaria y fraterna, se abriga una necesaria proyección de sentido de pertenencia y orgullo identitario a nivel nacional. Son seis décadas de regocijo y alegría ciudadana. Por ello, cabe fortalecer aquel intrínseco sentimiento de afecto multitudinario. Varias son las actividades previstas en la programación general en los ámbitos: social, cultural, religioso, artístico-musical, deportivo, recreativo, entre otros.

Que los 60 años de “la fiesta más alegre en la ciudad más amable del país” ratifiquen la tradición y renueven los bríos por acrecentar su valía en el trayecto contemporáneo. Que la chicha permanezca como bebida sagrada en el imaginario social y, que, a partir de eso, se consolide nuestra rica condición intercultural, conjugando, paralelamente, el valioso aporte de indígenas y mestizos, en ese potencial sincretismo humano, antes que racial.  

La actual comisión organizadora reconoce la nostalgia de sus inicios, valora los aportes brindados en el transcurso del tiempo y, a su vez, se involucra en la contemporaneidad con ideas y acciones que nutran el contenido programático, contando para el efecto con una mirada futura en pro de remozados derroteros a favor de Otavalo y su fiesta esencial: el Yamor.

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