Publicidad

Ecuador, 28 de Septiembre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo

¿Ya no es un delito la injuria?

05 de septiembre de 2013

Hemos confundido fácil (quizá por falta de reflexión) la injuria con la irreverencia. También algo más: la solidaridad con la complicidad. Mucho más cuando en medio hay un malhadado espíritu de cuerpo donde ya es fácil encontrar a excomunistas, exliberales y/o conservadores del mismo lado, como si nada los distinguiera o identificara individualmente. Cuando el “linchado” es un pro gobiernista el silencio es absoluto y vergonzoso. Pero cuando es un opositor o “disidente” no caben pasados ni antagonismos: todos contra uno y uno contra todos.

En las redes sociales hay varios ocultamientos y disfraces. Algunos son expeditos juristas y antropólogos, filósofos y comunicadores, matemáticos y agrónomos, gramáticos y geólogos. Todo el mundo sabe de todo y juzga hasta de lo que ignora.

Y está bien opinar y no estar de acuerdo siempre. De hecho, parecería que solo hay que estar de acuerdo con uno de los “bandos” para estar en sintonía con los más inteligentes y honestos que se autocalifican de tales en las redes sociales. Ellos no dejan “títere con cabeza”. Son eminencias capaces de juzgar y sojuzgar a quien sea, mucho más si para ello usan un seudónimo o lo hacen desde el anonimato rampante.

Con solo emitir una opinión o comentario surge una batería
de ataques, donde no se distingue el insulto de la injuria ni la amenaza de la crítica
Basta revisar la osadía de algunos de esos “inteligentes y honestos” twitteros y facebookeros. Hablan de todo, casi casi como algunos periodistas que se creen sesudos especialistas. Si solo opinaran con argumentos y razones sería mucho más interesante entrar en el debate, pero solo lo hacen en calidad de injuriadores bajo el supuesto manto de la libertad de expresión. Con un breve paseo por los debates  en otros países sobre temas parecidos a los nuestros verificaríamos ciertos rasgos muy propios de acá: insultos a diestra y siniestra, injurias sin freno, acusaciones sin pruebas, disfraces y seudónimos por millares, concurrencia concertada para agredir en “combo”, etc. Quienes somos víctimas de esto tenemos el registro abierto y comprobable de todo lo que señalo en las líneas anteriores. Con solo emitir una opinión o comentario surge una batería de ataques, donde no se distingue el insulto de la injuria, la amenaza de la crítica y menos el debate del linchamiento.

¿Y no está ocurriendo que ciertos medios confunden su labor con la de las redes sociales? ¿No están mimetizados en un escenario en el que ya no se distingue entre noticia y twitt?

Por algo será que ciertos académicos señalan que, si bien las redes sociales amplificaron el campo de la comunicación, en la prensa hay una confusión del rol que juega en democracia y como medio de comunicación. Confusión que no es gratuita ni caprichosa, sino que algunos periodistas y editores son más activistas que profesionales de la prensa.

De ahí que armar un escándalo por la iniciativa de sancionar la injuria en las redes sociales solo expresa el mismo espíritu de impunidad impregnado en un supuesto espacio y escenario democrático, pensando  -quizá- que la lucha y las protestas callejeras tienen la misma equivalencia que un twitt.

Contenido externo patrocinado