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El Telégrafo

Y nos acordamos de Siria (más o menos)

13 de septiembre de 2013

Durante el conflicto en Siria, el régimen de Bashar al-Assad supuestamente ha lanzado bombas de racimos sobre poblaciones controladas por los rebeldes  (diciembre 2012) y bombas termobáricas en la localidad de Azzo (julio 2013). Por su parte, los rebeldes sirios, muchos yihadistas y pertenecientes a Al-Qaeda, decapitaron a un sacerdote mientras niños veían y la población filmaba, aunque algunos aseguran que, en realidad, solo fue disparado ocho veces. En junio de 2013, las Naciones Unidas ponían las casualidades cerca de 100.000, 50% de estos civiles. En agosto de 2013 los Estados Unidos denunciaron el uso de armas químicas en la población, y el mundo se acordó de indignarse.

A partir de esto, la política estadounidense, muchas veces guiada por una doctrina que se debate entre el “destino manifiesto” y el idealismo wilsoniano, ha reavivado la posibilidad de una nueva intervención militar en Medio Oriente. Claro que en el léxico jurídico utilizado para definir lo que Obama propuso al Congreso el martes por la noche, los ataques con misiles no constituyen una declaración de guerra, ni tampoco los tanques o helicópteros, ni el nuevo flujo de armamento dirigido a los rebeldes sirios y que fue despachado el día de ayer. Mientras no haya soldados a pie, siguen siendo misiones de paz.    

En agosto de 2013 Estados Unidos denunció el uso de armas químicas en la población, y el mundo se acordó de indignarseBashar al-Assad tampoco es la reencarnación de Gandhi. Ya admitió poseer armas químicas (aunque cabe recordar que en 2003 fue Siria la que  propuso, como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, un desarme en Medio Oriente, pero, evidentemente, fue archivado) y la guerra civil que libra ha tenido mortales consecuencias. Pero en una entrevista con Charlie Rose, de la CBS, dijo que no había evidencia que demuestre que fueron sus facciones las que utilizaron las armas químicas. Pidió transparencia al gobierno de Obama y recordó que en 2002 las evidencias utilizadas para invadir Irak terminaron por deslegitimar cualquier posterior acción militar que quieran emprender los Estados Unidos.

Incluso ante el faux pas del secretario de Estado John Kerry (“La única manera en que EE.UU. no atacará Siria es que entreguen todo su armamento químico. Pero no lo harán. Y es imposible que lo hagan”) la respuesta de Siria, liderada por una propuesta rusa, fue aceptar poner sus armas químicas en control internacional. La propuesta fue llevada al Congreso, junto con una autorización para atacar a Siria.

En su discurso del martes, Barack Obama habló sobre los Estados Unidos como un pueblo excepcional, como el responsable moral para garantizar la paz mundial. Pidió, al final, que Dios bendiga a América. Vladimir Putin respondió, en una columna para el New York Times, diciendo: “Es extremadamente peligroso motivar a que un pueblo se considere excepcional, cualquiera que sea su motivación. Hay países grandes y pequeños, pobres y ricos (…). Todos somos diferentes, pero cuando pedimos la bendición del Señor, no debemos olvidarnos de que Dios nos creó a todos iguales”. Ouch.

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