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El Telégrafo
 Pablo Salgado, escritor y periodista

¿Y los animales puros? ¡Carajo!

12 de septiembre de 2014

Mes y medio antes, lo acogimos felices. Y compartimos vitales momentos en el Segundo Encuentro de Escritores ‘El síndrome de la palabra. Escribir a fin de siglo’, que la Corporación Cultural Eskeletra organizó en la ciudad de Ibarra entre el 21 y 24 de enero de 1999. En este encuentro se rindió un homenaje a Carlos Suárez Veintimilla, Alicia Yánez Cossío y Pedro Jorge Vera. Por la vitalidad, alegría y pasión por la vida que emanaba, a sus 85 años, en cada uno de los actos y tertulias en las que participó, jamás podíamos imaginar -entonces- que tan solo unos días después, el 5 de marzo, Pedro Jorge Vera moriría.

Este encuentro fue el último acto público al que asistió, pero poco antes lo habíamos entrevistado en su departamento, cercano al parque de El Ejido y la Casa de la Cultura, y en su sala, bajo la mirada penetrante del ‘Che’, fumando un puro, y varios cuadros, de Guayasamín y retratos de su esposa Eugenia Viteri -también profesora y escritora- charlamos un largo rato. Nunca dejó de fumar ni de beber “quiero hasta el último día, vivir a mis anchas, ¡carajo!”, nos decía, y explotaba en una sonora carcajada. Así era Pedro Jorge.

Este año se cumple el centenario de su nacimiento (Guayaquil, 16 de junio de 1914) para conmemorarlo han aparecido, al mismo tiempo, tres libros: Cien años de un animal puro, una compilación de Miguel Mora Witt de opiniones de diversos autores, fragmentos de varios textos de los libros de Pedro Jorge, una selección de poemas, cartas y una muestra de numerosas fotografías. El segundo libro Conversaciones: Pedro Jorge Vera y Galo Mora Witt, en el cual se transcriben los diálogos que sostuvieron entre diciembre de 1992 y enero de 1993. Y el tercero es una reedición, de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, de Los animales puros, el libro más conocido de Pedro Jorge.

El propio Pedro Jorge Vera fue y es un animal puro. Es decir, fue consecuente con todo aquello en lo cual creyó y por lo cual luchó. Incluso en lo que se equivocó. Es cierto que con los años toda figura se agranda, pues tendemos a recordar solo lo bueno. Sin embargo, es necesario no olvidar a aquellos hombres -y mujeres- que a lo largo de toda su vida guardaron total coherencia entre lo que pensaron y lo que hicieron. Incluso en su narrativa, por ello Fernando Tinajero afirma: “Vera hace ficción, pero no miente”.

Su esposa Eugenia dice: “Estoy convencida de que la vida con Pedro Jorge es la que quise vivir; mirando hacia atrás, me reafirmo en que no hubiera sabido vivir otra”. Y estoy seguro de que Pedro Jorge tampoco.

Por eso ahora recuerdo claramente lo que en aquella mañana (¿o era tarde?), con su voz y su risa sonoras y firmes, me decía: “Quiero al final de mis días pasar a mis anchas, para escribir, leer, fumar y beber”. Y añadía: “Y mirar a las mujeres”. Y volvía a soltar una sonora carcajada.

En su centenario, cabe citar su testimonio final: “Me siento orgulloso de haberme mantenido en mis trece, de no haber claudicado jamás, ni cuando la miseria material me ha mostrado su espantoso rostro. Orgulloso de mi compañera y de los cuatro hijos que he procreado. Les lego el ejemplo de una existencia pobre y tormentosa, pero limpia, pero digna, pero plena de humanismo”. ¡Carajo!

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