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El Telégrafo

¿Y ahora qué?

25 de febrero de 2013

Después de la contundente victoria de la Revolución Ciudadana, como era de esperarse, emergieron los “analistas” de todo tipo tratando de explicar las razones de semejante triunfo popular. Y hemos escuchado de todo: argumentaciones estadísticas, fórmulas, deducciones, inferencias, moralismo y un racismo espantoso, el cual pretende culpar de la victoria a los sectores populares,  por su “ignorancia”, por su condición de clase, etc.

A veces, es difícil escuchar esos argumentos y no reaccionar con dureza, frente a esos sectores retardatarios. Las derechas, como algunas izquierdas, han quedado en el limbo. Las derechas encontraron en el banquero un posible conector de sus intereses, pero es clara la ausencia de una ideología que las conduzca a formular un programa de gobierno viable y factible que satisfaga las demandas de las mayorías: hacer una declaración de oposición desde un hotel cinco estrellas como que no les da ventaja moral ni ética.

Cierta izquierda recibió una clara advertencia de que, si no se renueva, está condenada a ser una utopía perpetua y folclórica. Es claro por dónde quiere ir la mayoría de los ecuatorianos, así es su decisión y, si se quiere cambiar ese rumbo, esa izquierda debería superar su complejo electoral. Un sector del movimiento indígena también ha sido advertido de que el discurso repetitivo de “representar a las bases” o al pueblo ecuatoriano ya no tiene sustento.

La declaración de la Conaie frente a los resultados da cuenta de mucha madurez como de la urgente necesidad de retornar a las comunidades y nuevamente aprender a escuchar las demandas de pueblos y nacionalidades. Ni qué decir de quienes  han pretendido ser el partido revolucionario, popular y democrático, vemos que solo han quedado las sobras ideológicas que encubren una burocratización de visiones políticas antihistóricas, que ni siquiera llegan a ser un decadente estalinismo. Y estas elecciones demuestran el rechazo ético a ese discurso hueco y lleno de banalidades.

Y por ahí vale mencionar a esos “intelectuales” que buscaron el cascabel y el gatopardo, para encumbrarse, hacer palanca y jactarse de un barroquismo filosófico, donde el indígena mágico y religioso solo les sirvió para el camino doctoral. También los medios privados de información han recibido esa advertencia popular, claro que harán caso omiso de la misma.

Esta advertencia popular les demanda girar en sus fines y medios; y poner fin a declararse como la voz autorizada de la opinión pública. Las cartas están sobre la mesa y la mayoría parlamentaria alcanzada por el régimen derrota las especulaciones opositoras y fofas sobre el triunfo del Ejecutivo.

Sin duda, la Revolución Ciudadana deberá revolucionarse a sí misma en su interior ideológico y político, deberá cualificarse hacia un socialismo poco a poco más radical que dé forma a eso llamado Estado Popular.

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