A estas alturas ya le han dicho de todo: criminal, genio, violador, mesías, delincuente común, apóstol de la información. El más odiado y el más amado (según el cable que estés leyendo): Julian Assange. Después del primer impasse que ocasionó acá (logró que el Presidente declare persona non grata a Heather Hodges y que desautorice a Kintto Lucas), regresa para la segunda parte de su testimonio diplomático: lo que no se publicó.
Una serie de cables obviados por los primeros entusiastas de WikiLeaks, donde se habla de contactos y fuentes; una especie de informantes al servicio del Imperio. Por los cables desfila una serie de nombres conocidos en la oposición. Y con ellos, también desfila una serie de cuestionamientos y posiciones frente al nuevo modelo de gobierno, el Presidente y la coyuntura social y política. Nada nuevo.
Nada nuevo porque la posición y el accionar de la oposición han sido evidentes desde los inicios de la Revolución Ciudadana. Nada nuevo porque la mañosería de la vieja partidocracia ha sido documentada extensamente. Nada nuevo porque nunca se ha podido esperar mejor diplomacia de los Estados Unidos. Su política internacional realista ha estado encaminada a buscar aliados estratégicos en todo el mundo y ejercer su poderío a través de todos los canales posibles, sean estos diplomáticos, económicos o militares. Es parte de su rol como poder hegemónico.
No creo que, por su parte, todos aquellos “informantes” nombrados en los cables hayan vendido su alma al neocolonialismo por ser las “fuentes” de la diplomacia estadounidense (hay otras razones más evidentes). Creo que cayeron en el juego del espionaje light de las embajadas (de los cocteles y reuniones informales), con o sin motivaciones ulteriores, pero al final fue la decisión de la embajada buscar ese asesoramiento. Mientras en esos cables no se fragüe el próximo derrocamiento ni se revele quién mató a Roldós, no habrá mucho que nos puedan aportar.
Lo que se debe evitar es caer en ese apoyo contestatario. Y si bien es imperante hacer un periodismo transparente y plural, este debe ser extensivo para dar ese salto cualitativo de medio oficialista a medio estatal. Tomar ahora a WikiLeaks como el verdugo de la “perversa oposición” cuando hace más de un año se buscaba la trampa en la noticia (que eventualmente salió a la luz) es caer en las mismas prácticas que se condenan, y por lo cual se lucha. Hasta el momento, de parte de WikiLeaks, nada nuevo bajo el Sol.