En 1975, el libro “Inside The Company. CIA Diary”, del ex agente Philip Agee, dio a conocer las actuaciones de esa entidad en Ecuador, a inicios de la década de 1960. El libro incluyó una lista de personas que actuaron como “agentes”, “contactos”, “informantes” o cualquier otra calidad similar, para alimentar las labores de inteligencia de la embajada norteamericana en Quito. Ese listado causó revuelo en el país. Todavía viven algunos de los otrora “agentes” o “contactos” ecuatorianos de la CIA.
Los cables de WikiLeaks, hoy difundidos, comprometen como “contactos”, “fuentes cercanas” o “colaboradores” a varios periodistas ecuatorianos, involucran como informantes o analistas “cercanos” a la embajada de los EE.UU. a otras personas, demuestran cómo diversos políticos y empresarios han procurado contar con esta embajada para sus acciones de oposición y hasta de confabulación contra el gobierno de Rafael Correa, y prueban el “servilismo” de algunos funcionarios públicos del pasado y, ante todo, de un ex presidente de la República.
En 1975 los medios de comunicación privados cubrieron el tema. Hoy, lo han evitado o simplemente ocultado. Para los historiadores, aquella diplomacia norteamericana de espionaje y “desestabilización” de gobiernos en América Latina es perfectamente conocida y ampliamente tratada. Deriva de la época de la “guerra fría”, aunque hoy resulte caduca y evidentemente atentatoria contra las nuevas democracias de la región. Por eso, los cables de WikiLeaks no admiran, pero sirven para comprobar hipótesis y, sobre todo, identificar actores concretos, capaces de traicionar a su patria, simplemente por creer que acudiendo a los EE.UU. cumplen misiones políticas de interés nacional.
Los cables de WikiLeaks son otra fuente para la Historia Inmediata. Y si se los revisa con atención, también nombran a algunos académicos ecuatorianos, que la embajada recomienda por sus posiciones teóricas y analíticas. En este caso, la ciencia social debería entender que los conceptos y teorías que manejan esos académicos resaltados por la diplomacia son absolutamente funcionales a ciertas visiones norteamericanas sobre América Latina, que no responden a los intereses y realidades de la región. Bellas teorías y lúcidas concepciones que ideologizan la realidad para degradar el significado histórico de los gobiernos de la Nueva Izquierda Latinoamericana y que no contribuyen al proceso de liberación conceptual que debería reforzar la región.