Watergate era la sede en donde funcionaba el Comité Nacional del Partido Demócrata, en Washington. En la noche del 17 de junio de 1972 cinco hombres fueron detenidos en el interior de las oficinas. Los intrusos habían ingresado provistos de guantes, micrófonos y otros accesorios para escuchas clandestinas.
La operación tenía como objetivo conocer las conversaciones que se generaban en el cuartel general de los demócratas. Los “visitantes” fueron acusados de robar documentos, “pinchar” teléfonos e instalar sistemas de escuchas electrónicas.
Cuando el caso parecía entrar en el olvido, Bob Woodward y Carl Berstein, periodistas del Washington Post, revelaron detalles muy precisos de la operación y acusaron al presidente republicano Richard Nixon de utilizar todo su poder político para obstruir las investigaciones. Ante la evidencia de espionaje, se formó una comisión investigadora.
A medida que dicha comisión avanzaba en su trabajo, fueron surgiendo elementos que comprometían directamente al presidente. Al principio se defendió, sosteniendo que no tenía conocimiento del hecho. Finalmente admitió las acusaciones.
El 24 de julio de 1974 la Corte Suprema acusó a Nixon de: “obstruir las acciones judiciales, abuso de poder y ultraje al Congreso”. Renunció al cargo el 8 de agosto de 1974 y se fue a su casa.
A nadie, absolutamente a nadie, se le ocurrió decir que los valientes periodistas Woodward y Berstein habían puesto en peligro la seguridad nacional, que por ello había que meterlos en la cárcel y posteriormente aplicarles la pena capital.
Ellos descubrieron un hecho ilegal y lo hicieron público. Los que violaron la ley fueron otros. La justicia hizo su parte y la opinión pública también, porque condenó este vergonzoso episodio.
Es pertinente recordar que en 2008 el periodista Julian Assange recibió el premio a la Libertad de Expresión de la revista The Economist. En 2009 ganó el premio Amnesty UK Media Awar por el trabajo “Llanto de Sangre”, que tiene relación con desapariciones y asesinatos ocurridos en Kenia. En 2010 le fue otorgado el premio Sam Adams Awar, por sus publicaciones sobre la guerra de Irak.
Cometen delito quienes ejecutan una acción penada por la ley. No cometen delito quienes la descubren. Elemental. Muy elemental.
El caso Watergate es recordado porque los culpables –muy poderosos- fueron castigados. En tanto que los periodistas fueron elogiados por su inteligencia y valor. El caso WikiLeaks debería recordarse porque triunfaron una nueva forma de hacer periodismo, la justicia y la verdad.