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El Telégrafo

“Vuela gigante, libre”

26 de abril de 2013

La frase con la que se titula este artículo es una parte fundamental de la oración fúnebre que María Gabriela, la hija del comandante Chávez, expresó en las exequias de su augusto padre. Dichas palabras, que son también una afirmación de fe, se han hecho tangibles y premonitorias en la circunstancias históricas con características mitológicas que vive la patria del Libertador donde, con virtud y voluntad férrea de cambio, se construye el socialismo bolivariano y cristiano.

Y es que las últimas semanas en Venezuela han sido de conmoción y dolor, pero de igual manera de maduración ideológica y de triunfo y alegría democrática. Los asesinatos cometidos por hordas derechistas intentando torcer el pronunciamiento constitucional no han tenido asidero en las masas populares y la paz ciudadana se ha impuesto, a pesar de las gravísimas provocaciones y los deseos irrefrenables de unos cuantos gozosos del caos, que se han quedado con las fauces abiertas y solo con los ruidos aldeanos sustentados por los  fantasmas desteñidos de la mediocracia y de aquellos titiriteros del neoliberalismo que, prometiendo brujas y demonios, solo han conseguido a Onán.

En la tierra de Chávez, ese gigante que nos quitó la venda de los ojos y alentó a los pueblos y a sus gobiernos a la unidad latinoamericana y que con sus grandes logros  en la fundación de la ALBA, Unasur y la Celac  permitió que la bota imperial no continúe  dejando huella en el continente. La Revolución Bolivariana, con Nicolás Maduro de presidente, ha vuelto a triunfar, no solo en lo electoral que es importante, por sobre todo en lo social. El comportamiento ejemplar de los militantes socialistas y la disciplina del conglomerado popular evitaron lo que querían los estrategas del desastre: una guerra civil que condujera a la barbarie fratricida  y, a partir de la falacia de un país dividido  por los resultados comiciales, generar una intervención como en Siria o Irak.

Si bien es cierto los peligros siempre estarán allí, la conspiración fascista se ha detenido, ojalá para siempre, pero no debemos confiarnos, ella aún está viva, como sapo viejo suspirando por el poder.

Por tanto, estar alerta es sustancial, tal como se lo ha planteado  en su estrategia geopolítica Unasur como ejemplo de unidad y fortaleza hemisférica, y que en las horas difíciles para la democracia venezolana, con su Declaración de Lima  paró en seco a los golpistas como antes lo realizó en situaciones similares en Bolivia, Ecuador y Paraguay. Este enorme gesto de hermanamiento continental hace lustros hubiera sido impensable y más bien blanco de connotaciones oníricas, hoy, estamos ciertos de que es el sello de hermandad de la América morena. El presidente Chávez, liberado de todas las sujeciones físicas, y multiplicado y reencarnado en millones de seres humanos en todo el mundo, seguramente estará feliz y reconocido de que su obra en pro de la humanidad y del desarrollo de la solidaridad mundial no se la llevó el viento.

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