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El Telégrafo

Vorágine consumista

19 de diciembre de 2013

Al llegar las festividades navideñas, tradicionalmente los ecuatorianos caemos en una espiral de consumo desenfrenado, olvidando que, pasando la resaca festiva, retornaremos a la rutina de pagos de las deudas contraídas durante esta parte final del año, sin tener en cuenta que la economía mundial continúa en crisis.

Nuestro pueblo debería cuestionarse sobre la necesidad de acceder al modelo de consumo actual: irracional, superfluo y poco solidario.

Ver cómo esta sociedad de consumo responde a una lógica capitalista, a un sistema que necesita producir mercancías masivamente y a muchos que las compren, es decir, nosotros somos los ‘tontos útiles’ del capitalismo despiadado.

Y todos estamos, como cantaba Rubén Blades, “aparentando lo que no somos, viviendo en un mundo de ilusiones”. Muchas personas quieren tener un vehículo Jeep 4x4, televisores LCD, refrigeradoras, lavadoras, modernos equipos de sonido y otros electrodomésticos, financiados en cómodas cuotas mensuales.

A través de la propaganda se nos genera una serie de necesidades artificiales, que se producen basándose en la obsolescencia planificada (los bienes se dañan rápidamente), para que tengamos que comprar otros nuevos en poco tiempo.

En la actual vorágine consumista, lo único realmente nuestro son las cuentas por pagar, trabajamos para aumentar el poder de los capitales especulativos y usureros.

Los endeudados vivimos esclavizados, cargando más tarjetas de crédito que fotos de nuestros familiares en las billeteras. Por lo que se hace imperiosamente necesario explicar a quién beneficia el modelo de consumo actual.

Culpar a los individuos de los males de este mundo implica una aceptación de las tesis liberales. O sea, supone descontextualizar las injusticias presentándolas como la suma de ‘pequeños egoísmos particulares’, y nos aleja de una imprescindible lectura crítica del modelo vigente y, por tanto, a plantear una reforma de las injustísimas reglas del juego existentes en las sociedades mal llamadas ‘modernas’.

Hay que apostar por la depuración de los mensajes que llegan a los ciudadanos y reivindicar para nuestra sociedad los cambios profundos que se requieren de las estructuras económicas y políticas en el juego de las relaciones de poder.

Nuestro pueblo cada día consume más y se endeuda mucho más de lo que puede pagar; en consecuencia, no deja un margen de sus ingresos para el ahorro.

Crédito, intereses y especulación falsifican la ‘distribución de la riqueza’, solo favorecen la concentración de dinero en pocas manos.

No se trata de ser ‘más solidarios y responsables’ en Navidad, sino integrar una perspectiva de consumo crítico en nuestra vida cotidiana y cuestionar un sistema profundamente injusto, depredador, insolidario y frente al mismo organizarse, plantear alternativas, salir a la calle pensando en los meses del año nuevo que están por venir, y recordar que el sobreendeudamiento de las familias nos llevaría a provocar una nueva crisis del modelo capitalista.

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