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El Telégrafo

Volver al sur

26 de mayo de 2012

Las instituciones experimentales de investigación agrícola en el país se fortalecieron en la década del cuarenta, promovidas por las necesidades de producción impuestas por la guerra mundial que amagaban en zonas climáticas tropicales, similares a las nuestras, como fueron los escenarios de guerra del Pacífico, propiciando el traslado de los programas de investigación a zonas seguras de América tropical donde contaron con la cooperación técnica liderada por los Estados Unidos.

Con este sesgo al norte, crecieron nuestras entidades de investigación. La preparación técnica que recibimos tuvo este origen, con lo cual no queremos decir que fue objetable. Lo censurable fue no haberla rescatado para orientarla de acuerdo a nuestros intereses y, más bien, mantuvimos la nostalgia de las pulcras instalaciones de investigación de los países ricos que resolvían los problemas de poderosas empresas internacionales productoras de insumos empleados para obtener mejores rendimientos de los productos que importaban, imponiendo precio, tanto de lo que vendían como de lo que compraban.

Era el enfrentamiento de dos mundos, el uno, poderoso empresarial de mercados conocidos; el otro, numeroso, ignorante y desvalido, con una clase dirigente que desertaba fácilmente al primer incentivo. Estos establecieron una brecha profunda de comunicación con el grueso del campesinado, sin pensar que cualquier solución que se plantearan para el desarrollo no podía darse si no pasaba por la capacitación del campesino y la socialización de los conocimientos.

En una estación experimental se puede reproducir los adelantos alcanzados por la producción, esto es legítimo y digno de reconocer: el trabajo realizado, pero solamente es válido cuando llega al campesino y puede repetirlo.

El trabajo no es fácil, pero es indispensable. Recuerdo las palabras de un negro haitiano, mi profesor sobre mejoramiento de plantas, que iniciaba su ciclo de conferencias  recordando que muchos de los cereales básicos para la seguridad alimentaria tenían millares de años de selección realizada por el hombre desde el neolítico, por lo tanto, las ganancias que se obtienen con la investigación son mínimas y costosas, las cuales, sin control, se pierden fácilmente.

Lograr este objetivo con la capacitación y apoyo del campesinado es la magia de reencontrarnos con nuestras fortalezas. Es como volver al sur, “con las manos limpias y el alma buena”, como dice el tango cantado por la “Negra” Sosa.

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