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El Telégrafo

Volver a soñar juntos

30 de enero de 2013

Los tiempos electorales son tiempos de sueños ilusorios y frustrados porque las promesas de los candidatos no cuestan y nos gusta dejarnos llevar por ilusiones pasajeras. Entonces, dejamos de soñar y de soñar juntos o aceptamos inconscientemente que otros  sueñen y piensen por nosotros. Al mismo tiempo, frente a la pobreza de muchos discursos políticos, unos para no decir muchos, en distintas partes del país, han empezado a reaccionar y buscar la manera de influir sobre los candidatos de su circunscripción para que sean la voz que lleva a la Asamblea las voces de sus conciudadanos.

La nueva organización electoral que seguirá vigente como división administrativa nos da la oportunidad de elegir candidatos geográficamente cercanos a nosotros y que lleven nuestro sentir y nuestras propuestas, si así lo queremos. Nunca es tarde para comenzar. Muchas veces nos lamentamos y criticamos, quedándonos en palabras y más palabras que se las lleva el viento. Fomentemos la unión, la reunión, la conciencia, la formación política. No nos quedemos en una vida vacía de tercera categoría y no permitamos que otros decidan por nosotros.

En nuestros distritos empecemos a hablar de política, es decir, no tanto de políticos, partidos y politiquería, sino escucharnos, informar y formarnos en esta dimensión social y solidaria que es la política en su sentido más noble. Hagamos la prueba y veremos que somos capaces, que tenemos talentos dormidos, que sí podemos proyectar otra manera de vivir, personal y colectivamente. Juntos haremos la experiencia de diseñar proyectos de sociedad, mejor que tantos  politiqueros que solo buscan un sillón financiero en la Asamblea.

Aprendamos de la Biblia, los que nos decimos creyentes y seguidores de Jesús. El pueblo de la Biblia alcanzó grandes logros, en particular con el proyecto de Moisés y los Jueces. Muchas veces al hablar del éxodo de Egipto nos quedamos en la gesta libertadora y en la alianza con Dios en el Sinaí.

Nos olvidamos de que, para sobrevivir en el desierto, los antiguos esclavos tuvieron que organizarse, tanto democráticamente, eligiendo sus representantes; como equitativamente, para repartirse la poca comida disponible, para que “a nadie le falte y a nadie le sobre”. Supieron también reunirse en grandes asambleas para evaluar la marcha, discernir el camino y confirmar a sus líderes para seguir siendo un pueblo libre, creyente y equitativo.

¿Qué hemos alcanzado de esto nosotros? ¿O nos hemos quedado en las ollas servidas de la esclavitud aceptada?

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