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El Telégrafo

Volver a las raíces

08 de diciembre de 2012

Por gentileza del infatigable gestor cultural Irving Iván Zapater, he recibido el número 17 de la Revista Nacional de Cultura, dedicada al bicentenario del 10 de Agosto de 1809, fecha en la que se inicia el proceso independentista que culminará el 24 de Mayo de 1822. Los textos incluyen a varios autores de la talla de Plutarco Naranjo, Enrique Muñoz Larrea, Federico González Suárez, Ruth Lara, Álvaro Mejía Salazar, Manuel Espinosa Apolo, entre otros igualmente valiosos. Encomiable labor del Consejo Nacional de Cultura que periódicamente nos entrega publicaciones de alta factura intelectual.

Con esta lectura he reflexionado acerca de la necesidad de que en el cambio de época que vivimos rescatemos para la juventud y niñez la obra de quienes pusieron los cimientos de la república que nos cobija. Muchos de ellos fueron adelantados a su época y debieron afrontar cárceles, destierros y aun la muerte, por ser fieles a sus principios.

La libertad y la democracia de que gozamos como entorno natural nos fueron legadas por el sufrimiento y la sangre de héroes y pensadores que avizoraron los caminos por los que debía marchar el pueblo para conseguir la libertad y la felicidad. “Algún día resucitará la patria”, dijo Espejo, y no escatimó sacrificios para ilustrar a sus conciudadanos acerca del camino a seguir para lograrlo.

Hay que popularizar el pensamiento del “médico y duende”, así como el de su discípulo Mejía Lequerica; rescatemos a Olmedo, Rocafuerte, Montalvo y tantos otros, divulgando sus obras en ediciones que lleguen a todos los rincones del país. Ilustremos su memoria con videos y estudios que faciliten su lectura; que los maestros estimulen a través de concursos y medios didácticos adecuados la valorización de quienes forjaron nuestra nación.

El gobierno de la Revolución Ciudadana ha demostrado su predilección por la juventud, a la que ha confiado altas responsabilidades y otorgado oportunidades, antes inimaginables, para su perfeccionamiento profesional. Rodó señalaba que los jóvenes están llamados a plantearse ideales cada vez más altos, cuya sólida base la dará el conocimiento de la historia. Los nuestros estarán orgullosos de sentirse herederos de personalidades como José Mejía Lequerica y José Joaquín de Olmedo, que en su juventud participaron brillantemente en las Cortes de Cádiz.

Nunca estuvo nuestra patria mejor representada.

Al fin podremos decir, con el gran Vasconcelos, que por nuestra raza hablará el espíritu.

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