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El Telégrafo
César Hermida

Vivamos la fiesta en paz

20 de diciembre de 2014

El alcoholismo es un problema de salud pública nacional y mundial, porque la cultura social de su consumo está tan enraizada que su modificación exige drásticas medidas individuales, grupales y de políticas sociales. Se trata de una tarea colectiva de implementación inmediata y permanente.

La historia aclarará desde cuándo y por qué apareció el alcoholismo entre nosotros. Se sabe que los indígenas tomaban por razones ceremoniales solo en las fiestas con la alegría colectiva, y que los europeos trajeron el hábito de hacerlo los fines de semana e incluso ‘una copita’ diaria, con las comidas, y que estimulaban a los campesinos a trabajar más proveyéndoles de un ‘draque’ al que llamaban ‘la fuerza’.

Se sabe que el alcohol que inicialmente estimula y alivia las preocupaciones y disminuye la tristeza, provoca euforia y hasta alegría, por lo cual en pequeñas dosis puede resultar efectivo. Pero se sabe también que es adictivo y lleva a mayor y rutinario consumo, provocando lamentables males físicos y mentales. La prioridad de hoy es trabajar por la solución, aunque resulte absurdo que se publiciten las bebidas alcohólicas por un lado mientras se combate al alcoholismo por otro.

La lucha contra el alcoholismo es efectiva en dos líneas: la rehabilitación individual y colectiva de los enfermos mediante los grupos de autoayuda, como los AA, y la prevención de su consumo cambiando socialmente la cultura de su uso. Los primeros practican los principios fundamentales de una generosa y desinteresada ‘solidaridad’ y la práctica de la ‘acción colectiva’ en la que unos constituyen la fortaleza y el ejemplo para los otros. En ese contexto ‘el grupo’ adquiere un poder trascendente. El cambio cultural requiere el mecanismo de la presencia de líderes y grupos, sobre todo de jóvenes. Ellos tienen la palabra. Solo si los ‘capos’, ‘garas’ o líderes juveniles provocan una movilización colectiva, puede solucionarse este problema mundial de salud pública.

En este contexto, una idea fuerza que se ha convertido en realidad de prevención en las ciudades y el país entero es la de ‘¡Vivamos la fiesta en paz!’. Este movimiento de jóvenes líderes y sus grupos cumplen los requisitos de generosa y alegre solidaridad para una contagiosa acción colectiva. La fiesta en sí misma es buena, ancestral, alegre, comunitaria, estimulante, y no requiere el consumo de alcohol. Se la disfruta con la capacidad completa de todos los sentidos, pensamientos, emociones y afectos. ¡Vivamos la fiesta en paz!

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