El 1 de mayo los trabajadores en casi todo el mundo celebran su día, vinculado a una reivindicación esencial de los obreros, la reducción de la jornada de trabajo a 8 horas, en defensa de su vida y porvenir, de su clase, que como dice Juan Montalvo, es “la espina dorsal de la sociedad humana, por donde pasan los surcos más delicados y las sustancias de la vida”.
La lucha por este objetivo se inició desde siempre en el capitalismo opresor. Desembocó en la gran huelga del 1 de mayo de 1886 en Chicago, cuyos industriales gozaban de merecida fama de salvajismo. La huelga estalló de costa a costa en los EE.UU., más de 5.000 fábricas fueron paralizadas y 340.000 obreros salieron a las calles y plazas por esa exigencia.
En el transcurso de la huelga, el 3 de mayo, en Milwaukee, cerca de Chicago, fueron asesinados 9 obreros y, el 4 de mayo, en los funerales, la Policía organizó una provocación, con la cual se fraguó un proceso judicial amañado el que inició el 21 de junio de 1886, en el cual varios dirigentes fueron asesinados y otros condenados a largas penas de prisión.
Los que murieron ahorcados el 11 de noviembre de 1887 en la Plaza de Haymarket de esa ciudad fueron August Spies, Adolph Fischer, George Engel y Albert Parsons. Antes en prisión se había asesinado a Louis Lingg. Los funerales fueron al día siguiente, 25.000 personas acompañaron y unas 250.000 flanquearon el recorrido, durante varios días las casas obreras exhibieron en sus puertas una flor de seda roja en señal de duelo y protesta.
Los Mártires de Chicago alentaron la lucha de los trabajadores por su organización y nuevas conquistas; por su rol histórico político de lucha junto a otras fuerzas sociales contra el sistema de explotación, por una sociedad justa, de derechos, igualitaria, el reconocimiento pleno de sus conquistas y mejores condiciones de vida y trabajo. Lo que es más, su lucha obrera por el socialismo está vigente, junto a campesinos, artesanos, juventudes patriotas, intelectualidad progresista y hasta empresarios demócratas.
En EE.UU. se estableció, desde 1882, el primer lunes de septiembre, como el Día de la Fiesta de los que Trabajan. Después de la masacre de Chicago el sindicalismo oficial, con el apoyo del Gobierno, con más fuerza celebra esa “fiesta”.
En estos tiempos hay unos 3.000 millones de trabajadores que crean la riqueza en el mundo; 1.500 millones de ellos trabajan en la agricultura, en pequeñas empresas familiares o como jornaleros temporales. Es una fuerza inmensa, motor del progreso; más gigantesca aún si se agregan unos 2.000 millones de adultos en edad de trabajar, en su mayoría mujeres; hay unos 200 millones de jóvenes que buscan trabajo. Los trabajadores del mundo luchan por un mundo mejor; por defender los gobiernos revolucionarios, progresistas y patriotas, como es el caso de Ecuador.
Deben luchar por defender los cambios realizados y por más cambios para lograr mejores condiciones de vida y trabajo, derrotar al capitalismo de rapiña, construir bases para el socialismo; y, desde el ámbito público, coordinar acciones con el Gobierno para prestar mejores servicios a la población. Es la conducta política sindical necesaria de alta responsabilidad histórica.
¡Loor al Día Internacional de los Trabajadores! ¡Por el respeto y ampliación de sus derechos! ¡Por cambios revolucionarios en su beneficio y de toda la población!