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El Telégrafo

Violencia regional

07 de febrero de 2013

Desgraciadamente la violencia en América Latina es una de las más altas del mundo, ya que es la única región en la que en los últimos 10 años ese fenómeno social se ha incrementado en vez de disminuir, sentenció un reciente estudio realizado por la ONU.

Este organismo reunió la semana anterior, en Panamá, a sus expertos, así como a representantes gubernamentales y de la sociedad civil, para buscar incorporar en la nueva agenda del desarrollo los retos y desafíos que plantea la violencia y la seguridad ciudadana en nuestra región.

La proporción de robos en Latinoamérica se ha triplicado en los últimos 25 años y es, además, la única región del planeta donde ha aumentado la tasa de homicidios (11%) en la última década. Tenemos a 10 de las 18 naciones de la región con tasas por encima de 20 homicidios por cada 100.000 habitantes, mientras que este dato a nivel mundial es de 8 por cada 100.000. Existen países en los que estas estadísticas pasan de los 40 o más asesinatos por cada 100.000 ciudadanos, como es el caso de Guatemala, Honduras y El Salvador, lo mismo ocurre en algunas ciudades de Colombia, Brasil, México y Venezuela.

“El problema de la inseguridad ciudadana se ha desbordado en toda la región; en algunos casos con violencia letal, es decir, con homicidios; en otros casos con delitos contra la propiedad, como los robos, de modo que nadie se libra de estos problemas. Uno de cada cinco latinoamericanos denunció haber sido víctima de algún delito en  2012”, advirtió Heraldo Muñoz, director regional del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Además, señaló que “la desigualdad, el desempleo juvenil y la desordenada expansión urbana han provocado la ruptura de algunas redes, como la familia y el barrio, que antes frenaban en parte la violencia”. Concluyó diciendo: “El tejido social se va desmoronando”.

Luego de analizar estas estadísticas de la violencia que azota a nuestra región, no cabe la menor duda de que el problema es estructural y está relacionado con la calidad de la educación y con el modelo de desarrollo económico neoliberal, que impulsaron la desigualdad social y la explotación del hombre por el capital, durante varias décadas.

Un escenario multifactorial que reclama soluciones multisectoriales, pero que se hace muy preocupante porque, a juzgar por estos registros, en América Latina se ha perdido el respeto hasta al mismo respeto. El problema es tan profundo que el culto a lo fácil y la oda al irrespeto encuentran aliados en algunos políticos y periodistas, que se han sumado a la decadencia de hacer lo que sea por dinero y prebendas, obviando el daño que producen en las futuras  generaciones.

En conclusión, es evidente que la gravedad de la violencia que estamos viviendo en Latinoamérica reclama acciones que deben ir más allá de reformas legales. Más bien tenemos que indignarnos y protestar contra la ausencia de valores y la apatía de quienes tienen la obligación de instaurarlos y promoverlos.

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