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El Telégrafo
Melania Mora Witt

Vietnam: 40 años

02 de mayo de 2015

Mi generación fue marcada por dos acontecimientos: la Revolución Cubana y la guerra de Vietnam. A la fecha, Cuba sigue en pie, iniciando un nuevo camino después de vencer la intransigencia norteamericana, que descargó todos sus elementos, menos la guerra abierta contra ella. El presidente Obama reconoció que la política de aislamiento contra la isla resultó un bumerán, puesto que aquella cosechó, con su ejemplo, adhesiones mundiales que iban más allá de las ideológicas, en tanto que Estados Unidos se quedaba cada vez más solo.

Vietnam conmemora los cuarenta años de la entrada del histórico tanque a la casa de gobierno de Saigón, con la cual concluyó una guerra de 21 años sostenida contra la potencia más poderosa de la Tierra, en la cual perdieron la vida más de un millón de sus habitantes. El heroico pueblo vietnamita soportó por casi 50 años conflictos bélicos, hasta alcanzar su independencia: primero contra los colonialistas franceses que ocuparon durante cien años el país; luego contra los japoneses, durante la Segunda Guerra Mundial; y, finalmente, contra Norteamérica.

En la ceremonia oficial que convocó al Gobierno y al pueblo vietnamita, el primer ministro Nguyen Tan Ding tuvo duras palabras para los antiguos enemigos. Recordó que Estados Unidos, en sus bombardeos, arrojó un tonelaje superior al empleado junto al Reino Unido durante la Segunda Guerra Mundial. Las víctimas civiles suman millones y hasta el momento no han recibido ninguna compensación por las fumigaciones hechas con el agente naranja, herbicida que contiene dioxina, el cual fue empleado a lo largo y ancho del territorio, inutilizando esos terrenos para el cultivo y causando múltiples efectos en la salud de los habitantes, incluso de los que estaban por nacer. Esa potencia utilizó la guerra química, prohibida en todos los tratados, utilizando 8 millones de esas sustancias contra Vietnam.

El pueblo norteamericano tuvo un rol determinante en el fin del conflicto. Sus intelectuales, artistas, y en general los jóvenes, al conocer las atrocidades cometidas por su Ejército -la matanza en la aldea My Lai en marzo del  68, por ejemplo-, junto al desfile de ataúdes de los 58 mil estadounidenses que murieron en la contienda, forzaron a su Gobierno a las negociaciones de París en 1973. El 30 de abril del 76 se derrumbó toda resistencia frente al triunfo absoluto de un ejército que tuvo como dirigente máximo al legendario Ho Chi Min y junto a él, al general  Dguyen Giap, el famoso vencedor de los franceses en Dien Bien Phu.

En todas partes se levantó una ola solidaria a favor de la antigua Indochina. El ‘Che’ reclamaba la apertura de “uno, dos, tres Vietnam” en momentos en los cuales la situación de la península parecía desesperada. En una reunión de mujeres convocada durante el gobierno de Allende, conocí a varias delegadas de esa región, que luego ocuparon cargos relevantes en el Vietnam liberado y, entre ellas a una frágil joven que, según las imágenes exhibidas, conducía en forma casi alegórica, metralla en mano, a un soldado ‘gringo’ que la doblaba en estatura. (O)

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