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El Telégrafo
Melania Mora Witt

Vientos huracanados

31 de enero de 2015

Nuestra región inicia el nuevo año con amenazas de tormenta, y en ella están presentes, de alguna forma, los llamados servicios de inteligencia. La presidenta Cristina Fernández, víctima de una campaña inmisericorde, es  acusada de formar parte del complot que culminó con la muerte del fiscal Alberto Nisman. Ello en medio de confusos incidentes, provocados al parecer por quien, designado por el presidente Kirchner, ejerció hasta hace poco la dirección de los famosos servicios de inteligencia.

Tal trama siniestra, cuyo desenlace aún no conocemos, tiene como objetivo impedir que el proyecto liderado por Néstor y Cristina sea vencedor en los próximos procesos electorales. Hay mucho que temer de quienes no se han detenido ante el crimen; la gran prensa, enemiga jurada del proceso, coadyuva a echar sombras sobre el Gobierno y crea un clima acusatorio en la opinión pública.

En Venezuela ha recrudecido la campaña desestabilizadora, en momentos en los que la caída del precio del petróleo, a nivel mundial, incide negativamente en los ingresos del Estado bolivariano. A más de ineficiencias que pudieran existir, se repite el libreto que la burguesía utilizó contra el presidente Allende, con el desabastecimiento de productos básicos y la psicosis colectiva que aquello provoca. En Telesur pude escuchar la grabación entre dos opositores que trasmiten disposiciones para crear el caos en las calles.

El Gobierno descubre bodegas llenas de esos bienes y lucha con el pueblo para desarmar esta nueva arremetida de la derecha. Mientras, el presidente Maduro procura conciliar criterios con los miembros de la OPEP a fin de parar el descalabro del precio del crudo, que no tiene un origen atribuible a vaivenes del mercado, sino a una ofensiva dirigida contra Rusia, Irán y Venezuela, aun a costa de destruir el planeta.

A ello se suman nuevas iniciativas para acabar con la revolución venezolana. En forma irresponsable, tres exmandatarios  de países vecinos pretenden patrocinar a la oposición, participando en actos políticos con los enemigos del Gobierno y con la visita a uno de los cabecillas de la insurrección. Se les olvidó el respeto a la libre determinación de los pueblos y la no injerencia en asuntos internos, principio observado por todos. Culmina la intriga -por ahora- con la supuesta declaración de un tránsfuga, que acusa a máximas autoridades de ser parte del narcotráfico, involucrando -de paso- a Cuba. Ya lo intentaron antes burdamente; parece que algunos viejos agentes no olvidan sus tretas.

Ecuador no es ajeno a estos vientos reaccionarios. Un exjefe militar declaró hace poco que el 30-S no contestó una llamada del comandante Hugo Chávez por tratarse de asuntos internos del país. Esto mientras confirma que el jefe de inteligencia pasaba información a Estados Unidos a cambio de la ayuda recibida. Su línea ideológica está clara, aunque no su concepto de soberanía.

Hay también buenas señales: la presidencia pro témpore de la Celac para Ecuador; el triunfo de Syriza en Grecia. A pesar de todo, avanzamos.

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