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El Telégrafo

Victoria y ganancia

22 de febrero de 2013

La palabra victoria ha sido recurrente en estos días post-electorales. Término atinado para designar el resultado favorable a AP y Rafael Correa, permite marcar diferencias con otros componentes del resultado general, pues se visualizan una victoria y una ganancia, con actores y lógicas diferentes.

Victoria ideológica: confirma la voluntad de cambio de un país que va marcando distancias con la sociedad de mercado, con esa de competencia, de “ganadores y perdedores”, sin otros referentes que el dinero y el interés individual.  Crece una colectividad que se identifica con valores de patria, soberanía, dignidad, solidaridad, con aquello que, se ha repetido, “no se come”, y que cada vez más se conecta con un proyecto de Patria Grande en línea distinta a las ataduras del mercado global.

Victoria política: no es solo adhesión a personas sino apoyo a un proyecto transformador que va encontrando caminos de viabilidad. El cambio de cultura política correlativo incluye la valoración de los avances institucionales de un sistema electoral diferente, que regula y equilibra lo que antes quedaba librado a la lógica del mercado (publicidad, gasto, etc.).

Por supuesto, victoria de un líder cuyo estilo de gobierno de compromiso, de trabajo, de generar ideas, fuerza y de ubicarse al frente de los conflictos inherentes al cambio, de cumplimiento y de cercanía -que la mayoría tanto aprecia- han llevado a resultados que desplazan los referentes de lo que debe hacer el Estado, al punto que, con más o menos  éxito proporcional, no hubo candidatura que no tuviera que prometer algún grado de continuidad.

Como victoria de proceso, amplía el campo y las condiciones para la prometida profundización, lo que justamente abre nuevos desafíos e interrogantes, que configuran un tiempo histórico decisivo.

La ganancia corresponde al segundo, a enorme distancia, pero con una votación muy superior a la que se esperaba. Su perfil y proyecto sintonizan con esa imagen mercantil de quien obtiene cuanto quiere valiéndose de todo.  Fue capaz de apropiarse del lema “Otro Ecuador es posible”, expresión nacional del Foro Social Mundial, que conjuga las luchas más importantes contra el neoliberalismo y por la construcción de alternativas. El ingenio popular le dio un giro a este abuso “Otro Ecuador ya es posible, otro banquero no”, apareció en las paredes.

Su empresa electoral no solo se benefició de las herramientas de marketing y de la asesoría internacional de sus aliados -de la más selecta- sino que, con la suerte que acompaña a los audaces, resultó directa beneficiaria de la campaña anticorreísta de “izquierda”.

Basta ver en qué provincias logra más votos para concluir que el empeñoso trabajo de siembra de animadversión a Correa y a la Revolución Ciudadana fue capitalizado por él, como buen banquero; aunque tal vez, en este caso, no sea una ganancia del todo gratuita, pues sus argumentos e imágenes liberales fueron usados, casi sin matices, por esas otras candidaturas (desde el discurso de las libertades hasta la imagen de un fisco metiendo las manos a los bolsillos de la gente). Sumando esto y lo otro, logra ubicarse, “de la nada”, como líder de una oposición con proyecto.

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