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El Telégrafo
Ilitch Verduga Vélez

Venezuela. OK

21 de marzo de 2014

En 1954, Guatemala sufrió una invasión de mercenarios pagados por la United Fruit, la muy importante empresa bananera del hemisferio, dueña de enormes latifundios en el continente, aparente e indirectamente ‘perjudicada’ por la modesta reforma agraria del país guatemalteco. El cuerpo armado e irregular lo comandaba una marioneta formada en Fort Leavenworth, Carlos Castillo Armas, que pagaba en esa forma su negociada fuga del penal donde estaba preso por sedición. El ejército nacional, en breves escaramuzas, derrotó a los villanos variopintos que fugaron a las fronteras allende al territorio mancillado por su indignidad. Sin embargo, el alto mando militar, traicionando a su pueblo, a sus soldados, a su juramento constitucional, derrocó al gobierno democrático de Jacobo Arbenz Guzmán, el 19 de julio de ese mismo año, cediéndolo al venal Castillo Armas y con este acto ilegítimo aplastar el ciclo de reformas sociales que inició el régimen del profesor Juan José Arévalo, y que eficientemente continuaba el presidente Arbenz. El régimen usurpador dio paso a una época aciaga y oscura, de aquellas monstruosamente relevantes que registran los archivos del mundo donde la muerte, las torturas y desapariciones, el genocidio de la población indígena, la convirtieron en uno de los pertinentes exponentes de las mayores, crueles y groseras violaciones de todos los DD.HH. en el planeta.

Castillo Armas asumió ilícitamente el poder durante pocos años -fue ajusticiado por su guardia personal Romero Vásquez, por sórdidas e inconfesables situaciones-, su régimen corrupto dio siniestra apertura al drama de esta nación hermana, con centenares de miles de víctimas en varios lustros infames. Raúl Osegueda, en su libro Operación Guatemala, $$ OK $$, narra los entretelones del cuartelazo y de las implicaciones de los hermanos Dulles John y Allan, secretario de Estado y jefe de la CIA, respectivamente, conspicuos accionistas de la ‘mamita yunay’ y de la vil intromisión de la prensa continental aliada de la asonada. La clave de la estación CIA comunicando a sus jefes el éxito del putsch fascista fue: ‘Operación Guatemala. OK’.

Hoy, en la bolivariana Venezuela, se intenta lo mismo, aunque por diferentes caminos, pero con igual y miserable fin: torcer el rumbo de la revolución popular para que algún títere oligárquico se apodere del mando y de la riqueza petrolera venezolana en beneficio de los trust imperiales, y luego generar toda una política de Estado conducente a sepultar los cambios de la transformación chavista e instaurar una represión diabólica; y entonces, los crímenes oprobiosos: raptos y apropiación de hijos de opositores, asesinatos y desaparecidos, atroces delitos a la legalidad y a los fundamentales DD.HH. que se dieron en Guatemala y en las dictaduras del Cono Sur en el siglo anterior serán un referencial reflejo en esa patria, si las estructuras que mandan parte de la oposición a la gestión del presidente Maduro llegaran a derrocarlo. Sin embargo, la conciencia mundial sabe y puede poner freno a las amenazas y acciones bastardas de los golpistas ignaros y traidores, que asedian desde dentro y desde fuera, y cuyo fétido olor autoritario no logran disipar con hipócritas súplicas a la paz y a la concordia cotidianamente parloteadas en la CNE y en la OEA junto a unos cuantos vivos útiles e inútiles que los siguen, sirven y protegen. La tierra de Bolívar no caerá de nuevo en las garras del gran capital y de las transnacionales de prensa. Sus mujeres y sus hombres patriotas escriben una nueva historia y cerrarán el paso a los ancestros saqueadores y de los que ahora, como antes, sueñan y se desvelan por una Venezuela OK.

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