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El Telégrafo

Vamos a predecir el futuro

11 de abril de 2013

El famoso futurólogo Joel Barker nos instaba a ser “pioneros de paradigmas” y su disertación es tan válida ahora como lo fue en los años setenta. Para esto es necesario tener intuición, que es la capacidad de tomar decisiones acertadas cuando se dispone de poca información; luego tener el coraje para afrontar los riesgos que significa el adoptar una nueva forma de hacer las cosas; y finalmente lograr un compromiso con el tiempo necesario para que el nuevo paradigma dé frutos.

De alguna manera esto significa hacer predicciones, en donde el futurismo es una forma metafórica de pensar que la voy a usar para explicar por qué los pronósticos, aunque necesarios, pueden estar equivocados.

En la antigüedad  se decía “aquí hay un Dragón” para describir en los mapas los sitios que aún no se conocían ni exploraban. Ahora esta metáfora nos indica que una decisión puede ser  peligrosa e incierta y parece que el futuro está lleno de Dragones por lo frecuente que aseguramos que el entorno es riesgoso y desconocido. Pues al hacer pronósticos, ignoramos muchas cosas que deberíamos estar seguros de conocerlas.

A su vez, el economista Nassim Nicholas Taleb popularizó en su libro “El Cisne Negro” precisamente este término, que describe la ocurrencia de un evento que está fuera de lo que podemos considerar plausible y deseable dentro de nuestras expectativas; sin embargo es crítico cuando sucede. Este término se originó en el siglo XVI cuando se creía que todos los cisnes eran blancos y la posibilidad de que existiera uno negro era nula; hasta que se descubrieron cisnes negros en Australia.

El concepto del Cisne Negro es altamente subjetivo, pues un cisne de plumas negras sí era conocido por los nativos de Australia, de la misma manera que algunos eventos que ofrece Taleb como ejemplos: la introducción del internet, la caída de la Unión Soviética, el ataque a las Torres Gemelas del 9/11, pudieron estar fuera de las expectativas del público en general, pero sí fueron identificadas por algunos que prestaron atención a sus respectivas dinámicas. El problema del Cisne Negro no es la dificultad de predecir el futuro, sino la dificultad en decidir a quién escuchar. Es un signo de aquellas cosas que no conocemos mucho y deberíamos saberlas.

Por su parte, en la trilogía literaria de ciencia-ficción de la Fundación Asimov,  se describe una muy buena predicción galáctica funcionando por siglos, hasta que empieza a ir mal cuando un engendro mutante, denominado Mula, comienza a controlar la mente de la gente. En nuestra metáfora, una Mula es mucho más que el evento Cisne Negro, pues su aparición es algo que no pudo ser identificada con anticipación, porque su existencia está fuera del campo de lo que pudo haber sido considerado posible. Para los futuristas, la Mula es un signo de algo que no conocemos mucho y que tampoco podríamos conocerlo, pero cuando ocurre debemos redoblar los esfuerzos para hacer que todo vuelva a su curso normal.

Así están las cosas para predecir el futuro y ser pioneros de paradigmas. Es muy fácil asumir que cualquier situación que sucede por sorpresa es una Mula. Y es menos complicado todavía reconocer cuando estamos viendo para otro lado (Cisne Negro) sin escuchar y observar los signos claros que nos muestra el entorno o peor aún, negarnos a abrir los ojos a lo que ya está sucediendo (un Dragón). Nuestra misión será pues alejar los Dragones, Cisnes Negros y Mulas metafóricos de nuestra visión del futuro.

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