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El Telégrafo
Robert Mudge

Pequeña Bretaña

04 de febrero de 2020

La mañana del 23 de junio de 2016 renuncié a mi ritual diario de revisar las noticias y fui a trabajar sin saber lo que había pasado. Tenía listos dos artículos de opinión para el día. Uno para el muy improbable caso de que Reino Unido votara por abandonar la Unión Europea (UE) y el otro para el caso de que nos quedáramos en el bloque.

Aunque acepto el resultado de la votación democrática, sigo negándome a reconocer el proceso que nos ha llevado a este punto, con un complot basado en ideas falsas, mentiras y desinformación. Muchos de los que fueron engañados por los líderes solipsistas y egoístas, como el arquitecto del Brexit, David Cameron, y el actual primer ministro, Boris Johnson, son partidarios de un Reino Unido estancado en el pasado. La idea de que una nación que alguna vez se jactó de ser un imperio necesite liberarse de las cadenas de la Unión Europea es ridícula.

Esas reglas y regulaciones tan despreciadas por diferentes gobiernos, tanto del pasado como del presente, fueron moldeadas de una u otra forma por Reino Unido. Y si no le gustaban, se salía de ellas. Ningún otro Estado miembro de la UE ha disfrutado de tantas exenciones y descuentos.

La UE no es perfecta. Pero pensar que Reino Unido obtendrá un mejor trato con los Estados miembros de la UE y otros competidores líderes es una ilusión. Hasta ahora, Reino Unido ha firmado los llamados acuerdos de continuidad con países como Liechtenstein, las Islas Feroe, Georgia y Líbano, por nombrar solo algunos.

¿Qué atractivo tiene para los inversionistas extranjeros un país que está perdiendo industrias y servicios clave a causa del Brexit? No se necesita ser un científico para entender por qué los principales fabricantes de automóviles están cerrando sus plantas y trasladándose a Europa continental, o por qué los principales operadores financieros se están trasladando a París y Ámsterdam. Y eso sin mencionar la fuga de “cerebros” de ciudadanos de la UE que han estado trabajando en la ciencia y la educación, que hacen las maletas para irse.

El Brexit dejará una Gran Bretaña destrozada, un reino desunido. Y aunque geográficamente siempre ha estado alejado de la Europa continental, esa distancia se hará cada vez más palpable política, económica y socialmente. (O) et * Tomado de DW

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